El margen de mejora es amplio. La mayoría de los ministros, tanto del PSOE como de SUMAR, siguen siendo poco conocidos para buena parte del electorado. Aumentar su visibilidad y dotarles de una narrativa clara y diferenciada es esencial
Estamos a punto de llegar al ecuador de la legislatura. Según la mayoría de las encuestas publicadas, si las elecciones se celebraran en este momento las derechas arrebatarían el gobierno a las izquierdas. Teniendo en cuenta el contexto geopolítico y la dinámica autonómica previa, es una posibilidad cierta que a partir de 2027 haya un gobierno reaccionario en España. Sin embargo, aún hay tiempo para impedir este escenario y, como ocurrió en 2023, dar la sorpresa.
La esperanza existe porque la política no está predestinada. Aunque la dinámica económica y geopolítica marquen el latido del tiempo histórico, los actores políticos pueden intervenir estratégicamente para modular y oponerse a esas tendencias de fondo. Eso quiere decir, por lo tanto, que no hay que caer en el derrotismo, sino ser habilidosos con los instrumentos de los que se dispone. En suma, explotar todas las oportunidades y reducir los riesgos.
El lector conoce que pienso que el Gobierno debería incrementar la ambición en determinados asuntos, destacadamente la vivienda. Asimismo, hay todo un campo de política social en el que el Gobierno puede disputar luchas rentables contra la oposición. Sin embargo, no creo que el principal inconveniente ahora mismo sea de programa político, sino de relato y liderazgo en los segundos niveles. Ahora mismo todos los impactos los está recibiendo el presidente del Gobierno, que es también casi el único que está simbolizando el choque contra la oposición. Y eso es un problema.
El instrumento de los liderazgos
Como he señalado en otras ocasiones, uno de los instrumentos esenciales de la política contemporánea son los liderazgos. Los líderes encarnan hoy, más que nunca, los valores, las aspiraciones y las emociones con las que los votantes se identifican. La política de la adscripción partidista sigue existiendo, pero cada vez tiene más peso el papel de la legitimidad y fuerza de quien condensa en su persona el proyecto. En las últimas décadas hemos visto cómo tanto la política nacional como la internacional se han visto sacudidas por la irrupción de figuras carismáticas capaces de alterar los rocosos equilibrios previos. El ejemplo más reciente es el del Reino Unido, donde el nuevo e inteligente líder del Partido Verde, Zack Polanski, ha combinado un discurso potente, una comunicación brillante y una personalidad atractiva para situar a su formación por encima del 15 % en las encuestas apenas un mes después de ganar las primarias.
A veces se me ha recriminado que con esta aproximación minusvaloro el papel de la ideología o el programa. En absoluto. Lo que ocurre es que en la era de la mediatización de la política los líderes no solo ejecutan políticas: las simbolizan. En la política contemporánea, los programas gobiernan sobre el papel, pero los rostros gobiernan en la esfera pública. En una coalición, por ejemplo, cada ministro funciona como una marca política que traduce el proyecto ideológico a identidades reconocibles. Si los ministros no juegan ese papel, el gobierno está desaprovechando sus instrumentos.
En un ecosistema mediático dominado por la personalización, el liderazgo y la imagen, los ministros se han convertido en el instrumento más eficaz para traducir las políticas en percepciones, fidelizar electorados y proyectar identidad. Un buen programa sin ministros reconocibles carece de voz, mientras que un ministro hábil puede convertir incluso políticas discretas en símbolos de dirección y propósito. Hay muchos países que explotan la propia figura del “ministro sin cartera”, es decir, la existencia de líderes políticos que están en el Gobierno, aprovechando así su presencia pública, pero sin ministerios a su cargo.
No es casualidad, de hecho, que en España los principales activos políticos se concentren en el Gobierno. Ser ministro/a implica que casi todo lo que haces y dices tiene repercusión mediática y puede comunicarse al conjunto de la ciudadanía. Si no te conocen, políticamente hablando no importa lo que hagas o digas. Por eso, los partidos suelen promover al Consejo de Ministros a figuras a las que se quiere dar visibilidad para, por ejemplo, preparar para futuras candidaturas, especialmente en elecciones autonómicas. En suma, participar en el Gobierno funciona como un escaparate privilegiado para hacerse conocer —y, sobre todo, reconocer— ante la opinión pública. El tipo de desempeño que se quiera hacer con esa oportunidad ya depende de la estrategia que cada partido haya definido.
Llegados al ecuador de la legislatura, y jugándonos tanto, he analizado cómo se están desenvolviendo los ministros actuales en la esfera pública. Para ello he utilizado los datos del CIS sobre el conocimiento y la valoración de los ministros que llevan dos años en el cargo (14 del PSOE y 5 de SUMAR), comparando el barómetro de enero de 2024 con el recién salido de octubre de 2025. Las conclusiones principales de mi análisis son las siguientes:
Conocimiento público
Actualmente, sólo la mitad de los ministros (6 del PSOE y 2 de SUMAR) son conocidos por al menos la mitad de los españoles. Eso significa que aún hay muchísimo margen para los que sigan en esa posición de gobierno después de la inminente remodelación prevista por el PSOE para “bajar” candidatos autonómicos.
En lo que se refiere a la evolución de estos datos, entre 2023 y 2025, el nivel de conocimiento aumentó de forma generalizada: el incremento medio fue de unos 9–10 puntos porcentuales, prácticamente idéntico en ambos partidos (PSOE: +9,39; SUMAR: +9,75). En consecuencia, el ligero aumento de notoriedad parece responder a un efecto conjunto de gobierno —la acción institucional y mediática del Ejecutivo en su conjunto— más que a un efecto partidista. Ambos bloques han ganado visibilidad en proporciones muy similares, sin ventajas significativas. Los ministros son más conocidos, ¿pero también mejor valorados?
Valoración ciudadana
Una cosa es que te conozcan y otra que te valoren bien. Los datos revelan que las valoraciones promedio de los ministros se han mantenido estables durante estos dos años, lo que significa que no se ha dado ni un castigo generalizado ni una mejora perceptible en la opinión pública hacia los miembros del Gobierno. En este sentido, se puede ver el vaso medio lleno o medio vacío, según las inclinaciones de cada uno. En promedio, el bloque del PSOE registra un leve desgaste (−0,16 puntos), mientras que el de SUMAR conserva o mejora mínimamente (+0,02). Es decir, SUMAR mantiene una ligera ventaja media sobre el PSOE, aunque dentro del margen de error.
Con todo, estos datos de valoración se refieren al conjunto total del electorado, lo que incluye a los votantes de los partidos de derechas -que en el corto plazo no serán recuperables-. Por eso es más relevante observar la evolución de esos indicadores únicamente entre los votantes propios.
Afinidad partidista
Estas valoraciones de los votantes demuestran estar fuertemente mediadas por la identidad política. Los datos confirman un patrón bien documentado en la literatura política: los votantes tienden a valorar mejor a los ministros de su propio partido. Sin embargo, los votantes de SUMAR son más selectivos: otorgan casi un punto más de valoración a sus ministros respecto a los socialistas. En conjunto, los datos sugieren una asimetría afectiva, es decir, el electorado socialista es más inclusivo y benevolente, mientras que el de SUMAR muestra una identificación más marcada con su propio espacio político.
En el siguiente gráfico he recogido los datos explicados hasta ahora. En el cuadrante superior izquierdo vemos cómo el nivel de conocimiento ha crecido de manera similar entre el bloque del PSOE y de SUMAR. En el cuadrante superior derecho observamos la valoración, y comprobamos cómo la ligera subida de SUMAR y la ligera bajada del PSOE son irrelevantes en términos absolutos (diferencias mínimas). Lo novedoso viene en los cuadrantes inferiores, que demuestran que en los dos últimos años los votantes del PSOE han empeorado la valoración que tienen de sus propios ministros, pero han mejorado la que tienen de los de SUMAR, mientras que los votantes de SUMAR valoran mejor a los ministros de ambos bloques (pero especialmente a los suyos).