Mercedes falleció el mes pasado con la profunda sabiduría de quien lleva toda la vida muriéndose
En mi familia admiramos a quienes se mueren bien. Es un arte que, desgraciadamente, no está al alcance de todo el mundo y tampoco se puede hacer mucho por dominarlo, pero por lo general consideramos una buena muerte a aquella que no genera más sufrimiento del imprescindible en los demás ni en uno mismo. A ser posible debe llegar tras una vida bien vivida, y una vez inevitable no debe alargarse demasiado, aunque sí lo suficiente como para poder despedirse. Mercedes, mi prima querida de Zaragoza, falleció el mes pasado con la profunda sabiduría de quien lleva toda la vida muriéndose. Le diagnosticaron de niña un problema renal y sufrió innumerables sesiones de diálisis y dos trasplantes. Vivió