Las dos partes de la operación no tienen nada de lo que alegrarse del todo: a BBVA puede que sus accionistas le exijan la liquidez con la que contaba para la OPA y hacer caja; a Sabadell le toca rehacer descosidos y afronta el riesgo de lo que pueda suceder con las acciones de una entidad que lo ha prometido todo para su andadura en solitario

El batacazo de BBVA en la OPA sobre Sabadell cuestiona la estrategia de Carlos Torres

Escribo esta primera parte del análisis sin saber el resultado. A mí, de esta OPA no me ha gustado nada. Ni los aguerridos anuncios en medios de uno u otro lado han tenido gracia alguna, más allá de que algunos se hayan forrado. Repito lo que dije en el momento cero: que no se hubiera hecho la OPA era para mí lo deseable. No más oligopolios bancarios. No más fusiones internas, y menos no forzadas (como con la absorción de las cajas). ¿Para cuándo una retribución del ahorro que cubra al menos la inflación? Que poca eficiencia la de nuestros bancos que a los ahorradores nos castigan con intereses reales negativos, y que van a lo seguro: el BCE los remunera al 2%, por lo que lo facilón es pagar intereses por debajo de ello y quedarse con el margen, sin incurrir en riesgo alguno. Y a partir de ahí, encadenar clientes con seguros y toda clase de servicios a precio tasado.

Iniciada, reiterada, esta OPA ha devenido una obsesión en la que los partícipes se han movido en un todo vale, engañoso, dando por buena que la prima era la de cada momento y no la de cuando se inició la operación, con consejeros independientes que han firmado comunicados que claramente violaban su supuesta independencia, que han jugado con la confusión del precio de segundas opas o similares, obviando el día después de la operación, y que la contienda ha durado mucho (Escrivá dixit). Toda una evidencia de que mientras parte de la macroeconomía refiere su análisis en supuestos de expectativas racionales, observamos en el sector más propio del capitalismo, el del capital, las confusiones de racionalidad entre el corto y largo plazo, de comportamientos por motivaciones diferentes, de fondos Institucionales y pasivos indexados, movidos por efectos anuncio y embelesamiento casi patriótico de los pequeños accionistas.

Gestores de bancos que, pese a lo que representa su peso accionarial, actúan como si fuesen suyos; a veces en manos de accionistas de referencia tan decisivos como desconocidos, algunos a salto de mata y otros que dicen exhibir una visión de largo plazo. Un sector bancario que a menudo se cree por encima del bien y del mal ante la opinión pública, exhibiendo un poder frente al que el regulador se empequeñece. Que son capaces de cooptar lo mejor de la inteligencia económica para soterrar críticas y que cuentan con un ejército legal para extender procesos con recursos ad infinitum. Que predica competencia y practica acuerdos tácitos. Con excepciones, claro está, que destacan ante la generalización que describo.

La parte que sigue la escribo sabiendo ya el resultado de la OPA. El hecho de no haber acertado en el pronóstico me alegra. La OPA no sigue adelante. Resultado inesperado a la vista de los costes hundidos del opante. Los mercados, expertos y asimilados le otorgaban una probabilidad del 90% de que tirase adelante.

Y diría que ahora toca al Sabadell rehacer descosidos: me preocupa lo que pueda pasar con las acciones de un banco que ha anunciado el oro y el moro andando solo por esos mundos de Dios, pero en buena parte me alegro de este final. Los ciudadanos, y especialmente los empresarios catalanes, no pierden de entrada (ya veremos) lo que durante un tiempo ha sido un buen banco. Los accionistas evidencian, al fin, la coincidencia de un interés particular envuelto en otro supuestamente general. Muestra que no todo tiene un precio (esperemos), aunque muchos se pueden llevar una sorpresa cuando se abran los mercados. Los empleados, vistos los elevados costes de la operación a beneficio de accionistas y gestores de los medios propagandísticos, puede que vean precarizada su situación. Y el Gobierno ya puede prepararse para los recursos legales que le van a caer (ya tiene alguno en el Supremo) contra las cautelas efectuadas.

La OPA llega a su final. En el fondo, los partícipes no tienen nada de lo que alegrarse del todo. A unos les toca afrontar el día después. Nada fácil. Para el opante fracasado, sus accionistas puede que le exijan la liquidez disponible con la que contaba el BBVA para la OPA, y hacer caja, obviando que, a medio plazo, las cosas pueden empeorar.