El robo que sacudió al Louvre este domingo no fue un acto impulsivo: fue una operación calculada al detalle. En apenas siete minutos, un grupo de ladrones logró apoderarse de nueve valiosas piezas de las joyas de la corona francesa, dejando un rastro que delata tanto su planificación como su audacia.

Aprovechando los trabajos de renovación en la fachada que da al Sena, una zona normalmente menos vigilada, los delincuentes encontraron la entrada perfecta. Con un montacargas —el mismo tipo de equipo que se utiliza para mover muebles— ascendieron directamente al primer piso, donde se encuentra la prestigiosa Galería de Apolo, hogar de las Joyas de la Corona Francesa.

Elegir ese acceso no fue casual: les permitió llegar a su objetivo sin recorrer los interminables pasillos del museo, demost

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