En el monasterio de Tashi Lhunpo, cientos de monjes y líderes religiosos formaron filas bajo la mirada de soldados uniformados y cámaras de seguridad. No era una festividad libre, sino un acto de obediencia. El Kalachakra, uno de los rituales más sagrados del budismo tibetano , se convirtió hace una semana en una coreografía estatal cuidadosamente vigilada. Nadie pudo ausentarse. Desde abades de como Sakya y Sera hasta el 7º Gunthang Rinpoche, todos fueron convocados -algunos dicen obligados- a asistir al empoderamiento dirigido por Gyaltsen Norbu, el Panchen Lama designado por Pekín.
En torno al monasterio, la seguridad era abrumadora. Policías, militares y agentes disfrazados de personal sanitario custodiaban cada acceso . “Parecía más un que un rito espiritual”, relatan fuentes cit