Cuando la política interfiere en las operaciones empresariales las cosas suelen terminar mal. Así pasó con la opa hostil lanzada en 1987 por el Banco de Bilbao sobre Banesto, una entidad sin fuelle y que estaba mal gestionada. La operación contaba con el apoyo del entonces ministro de Economía socialista, Carlos Solchaga. Fracasó y su presidente, José Ángel Sánchez Asiaín, tuvo que dimitir. A partir de ahí se sembró la semilla de lo que años después sería una grave crisis del sistema financiero español.

Esto no significa que la fracasada opa del BBVA sobre el Sabadell tenga que terminar necesariamente de la misma manera. Sin embargo, la historia nos enseña que los políticos cuanto menos intervengan en las empresas mejor. El Gobierno de coalición progresista si se ha distinguido por algo h

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