En tiempos en que el bienestar parece estar cada vez más condicionado por la economía, los pequeños placeres cotidianos constituyen el termómetro que mide el ánimo social .

No se trata solo del aumento del precio de los alimentos o los servicios, sino del costo de las experiencias cotidianas que ayudan a mantener nuestro motor imaginario encendido.

En un país donde el sueldo parece evaporarse antes de llegar al bolsillo, la felicidad también se volvió una cuenta que no siempre cierra .

Las salidas, la terapia, el deporte o un simple café con amigos pasaron a integrar una especie de nueva categoría del costo de vida: la canasta básica emocional , ese conjunto de gastos que no garantizan la supervivencia, pero sí la salud mental . Cuánto cuesta la "canasta emocional" en

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