Ha pasado solo una semana desde que unos ladrones irrumpieron en la Galería Apolo del Museo del Louvre y se llevaron ocho joyas históricas de la Corona francesa , valoradas en 88 millones de euros . El golpe, ejecutado en plena mañana y con precisión quirúrgica, provocó una vergüenza nacional y abrió un debate sobre la seguridad del museo más visitado del mundo .
Este domingo, la Policía francesa anunció la detención de dos sospechosos relacionados con el robo. Se trata de dos hombres de unos treinta años , arrestados tras una operación conjunta de la Brigada de Represión del Crimen Organizado (BRB) y la Oficina Central de Lucha contra el Tráfico de Bienes Culturales (OCBC) , los dos cuerpos de élite especializados en delitos de alto perfil.
Una captura fruto de la paciencia y la tecnología
El primer detenido fue interceptado en el aeropuerto de Roissy-Charles de Gaulle cuando intentaba embarcar en un vuelo con destino a Argelia la noche del sábado. El segundo cayó horas después, en Seine-Saint-Denis , al norte de París. Ambos permanecen bajo custodia policial , investigados por robo en banda organizada y asociación ilícita con fines delictivos .
Los investigadores explican que la operación fue minuciosamente planificada . Durante días, la policía había seguido la pista de los teléfonos móviles que mostraron actividad en torno al Louvre la mañana del robo. El cruce de datos permitió ubicar a los sospechosos en la escena del crimen y rastrear sus movimientos posteriores.
Las escuchas telefónicas resultaron determinantes: varias llamadas interceptadas revelaron contactos con intermediarios vinculados al mercado negro de arte . Según una fuente de la investigación citada por Franceinfo , los sospechosos intentaban coordinar su salida del país y asegurar una vía de escape antes de que la policía cerrara el cerco.
El ADN que desveló el misterio
La otra gran pista llegó del laboratorio forense. En la Galería Apolo , los agentes hallaron más de 150 muestras biológicas : restos de sudor, cabellos y huellas dactilares recogidas en guantes, cascos y herramientas abandonadas durante la huida. Tras un análisis genético exhaustivo, las huellas de ADN coincidieron con las de los sospechosos ahora detenidos , ambos con antecedentes por robos con fuerza.
Una fuente policial explicó que «las coincidencias genéticas fueron el punto de inflexión» en la investigación. El uso de tecnología avanzada permitió reconstruir el perfil biológico de los implicados y vincularlos de manera directa al robo.
La fiscal de París, Laure Beccuau , confirmó en un comunicado que los arrestos son «el resultado de una labor técnica de precisión» y subrayó que «las investigaciones deben continuar respetando la confidencialidad del procedimiento».
Los ejecutores, pero no los cerebros
Pese a los avances, las autoridades reconocen que la investigación está lejos de concluir . Todo apunta a que los detenidos actuaron como ejecutores profesionales , contratados por una red criminal internacional dedicada al tráfico de arte y joyas .
La policía sospecha que los autores intelectuales siguen en libertad y podrían haber ordenado el traslado inmediato del botín al extranjero , probablemente desmantelando las piezas para vender sus componentes por separado .
Fuentes del OCBC admiten su preocupación: «Cada hora que pasa complica la recuperación de las joyas. Si se desmontan o se funden, el daño será irreparable».
Un robo que hiere el orgullo francés
El golpe al Louvre ha sido descrito por la prensa gala como «el robo del siglo» . Más allá del valor económico, las joyas sustraídas –tiaras, collares y pendientes pertenecientes a las dinastías de los Borbones y Bonaparte– representan un patrimonio simbólico de la historia de Francia .
La presidenta del museo, Laurence des Cars , calificó el suceso como «una herida inmensa» y reconoció que «el Louvre fue derrotado». Desde entonces, el museo ha reforzado sus medidas de seguridad , trasladando parte de su colección más valiosa a depósitos bajo custodia del Banco de Francia .
Mientras tanto, el público acude en masa a la Galería Apolo, donde una vitrina vacía recuerda la magnitud del golpe. Los visitantes se detienen frente al cristal roto, observan el vacío y murmuran una misma pregunta: ¿volverán las joyas al Louvre?
Un rompecabezas aún incompleto
Los investigadores disponen ahora de imágenes, ADN y registros telefónicos , pero las joyas robadas siguen en paradero desconocido . La hipótesis más plausible es que fueron trasladadas fuera del país pocas horas después del robo, en un operativo logístico coordinado desde el extranjero.
Para la policía francesa, cada pieza recuperada sería una victoria simbólica . Sin embargo, en la Galería Apolo permanece el eco de la derrota: un espacio que simboliza el esplendor de Francia y que hoy refleja, más que nunca, su vulnerabilidad ante el crimen organizado internacional .

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