Por: Gerardo Aldana García
El gran escritor checoslovaco Milan Kundera nos enseñó que la vida es una «insoportable levedad del ser», y quizá en Colombia, esa levedad se traduce en la perpetua e innecesaria pesadez de la polarización. Nos hemos acostumbrado a vernos en un espejo roto, donde solo existe la luz o la sombra, sin la belleza cromática de los matices. Pero, ¿y si miráramos más allá del ego y la tribuna? ¿Y si, por un instante, el destino de la nación dependiera de que dos titanes, Álvaro Uribe Vélez y Gustavo Petro Urrego, silenciaran el ruido de las pasiones y se convirtieran en dos violines al unísono? Qué importa soñar; no cuesta nada. Y, sin embargo, acaso esta experiencia onírica tenga el poder de hacerse visible.
Ambos hombres, llamados por su nombre propio, son líderes a

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