Una provocación en toda regla a las puertas de su casa. Así es como el Gobierno de Caracas ha interpretado el último movimiento de la Administración Trump en el Caribe: el despliegue de un potente destructor de guerra y un contingente de Marines en Trinidad y Tobago. La elección de esta isla no es casual, ya que su costa se encuentra a apenas 11 kilómetros de Venezuela, lo que convierte la operación en una amenaza directa a su soberanía y eleva la tensión en una de las fronteras más calientes del continente americano. Este tipo de despliegues estratégicos forman parte de una doctrina más amplia, como se ha visto en la para mantener su superioridad global.
De hecho, el músculo naval de esta operación es el USS Gravely, un imponente buque de la clase Arleigh Burke de casi 9.000 toneladas.

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