La solución no pasa por sacrificar a los animales, sino por corregir el comportamiento humano. Esta es la conclusión a la que han llegado los científicos que investigan la trágica muerte de un buceador en la costa de Hadera, en Israel. Los expertos ponen el foco en la alimentación artificial de los tiburones, una práctica que ha provocado que los escualos se habitúen a las personas y han perdido su recelo natural . Este condicionamiento ha derivado en un peligroso comportamiento de «mendicidad», en el que los animales se acercan a los submarinistas en busca de comida.
De hecho, la zona del suceso se ha convertido en un conocido punto de ecoturismo precisamente por la alta concentración de tiburones pardos. La razón de esta inusual afluencia animal se debe a una peculiaridad del ecosis

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