El ambiente se torna azul sobre la cúpula del Capitolio. Y el Gobierno está más paralizado que nunca.

Washington despertó el jueves con un atisbo de rara esperanza, al percibirse que los esfuerzos entre bastidores se aceleraban en el Senado para poner fin a un cierre federal que ahora impone un severo dolor a millones de estadounidenses.

Pero el día terminó con los senadores dejando la ciudad para el fin de semana. Se unen así a los miembros de la Cámara de Representantes, a quienes no se ve dentro del Beltway desde hace tanto que ya es difícil recordar cómo lucen.

Lo más irritante es que tanto republicanos como demócratas insisten en que están cumpliendo con sus deberes —cuidar del pueblo estadounidense—, pero que el otro bando está dispuesto a llevar a los ciudadanos comunes al borde

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