El Día de Muertos es una de las festividades más emblemáticas de México, reconocida por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Esta celebración, que se lleva a cabo el 1 y 2 de noviembre, honra la memoria de los seres queridos que han fallecido, fusionando tradiciones prehispánicas y católicas. Desde finales de octubre, el país se llena de los colores y aromas de la flor de cempasúchil, el pan de muerto y el papel picado, que anuncian la llegada de esta conmemoración.

El origen del Día de Muertos no es exclusivamente prehispánico, sino que es el resultado de una mezcla de tradiciones indígenas, europeas y cristianas. Según el arqueólogo Víctor Joel Santos, la celebración tiene raíces en la Europa medieval, donde la Iglesia católica estableció el Día de Todos los Santos en el siglo VII. Esta fecha fue posteriormente trasladada a noviembre, coincidiendo con festividades paganas como el Samhain, que celebraban la conexión entre los vivos y los muertos.

En México, la llegada de los españoles en el siglo XVI trajo consigo la imposición de las festividades católicas, pero las creencias indígenas sobre la muerte se adaptaron y fusionaron con estas nuevas tradiciones. Las ofrendas, que incluyen comida, bebida y velas, se preparan para recibir a las almas de los difuntos, quienes, según la cosmovisión indígena, regresan temporalmente para convivir con sus seres queridos.

Las calaveras y esqueletos, símbolos icónicos de esta celebración, reflejan una visión de la muerte que se aleja del temor y se acerca a la celebración y el humor. Su origen se remonta a las civilizaciones mesoamericanas, donde la muerte era vista como parte de un ciclo vital. Con el tiempo, estas imágenes han evolucionado, convirtiéndose en elementos festivos que adornan altares y calles durante la festividad.

El maestro en historia José Antonio Cruz Álvarez destaca que el Día de Muertos ha sido celebrado durante más de 3 mil años, con profundas raíces en las culturas prehispánicas. En este contexto, el médium Juan Carlos Ramón López Díaz enfatiza la importancia de recordar a los difuntos con amor y respeto, sugiriendo que los altares deben incluir elementos que faciliten la conexión espiritual entre los vivos y los muertos.

La celebración ha evolucionado a lo largo de los años, perdiendo parte de su sacralidad y ganando un carácter más social y festivo. En el siglo XIX, la figura de La Catrina, creada por el grabador José Guadalupe Posada, aportó un matiz humorístico a la tradición, convirtiéndose en un símbolo nacional que representa la igualdad ante la muerte.

Hoy en día, el Día de Muertos no solo es una celebración cultural, sino también un atractivo turístico que atrae a visitantes de todo el mundo. Las festividades incluyen desfiles, altares decorados y rituales que refuerzan el vínculo con los seres queridos que han partido. La UNESCO ha reconocido la importancia de esta celebración, destacando su papel en la afirmación de la identidad cultural y social de las comunidades indígenas de México. En este sentido, el Día de Muertos se erige como un testimonio vivo de la rica herencia cultural del país, donde el recuerdo y la celebración de la vida se entrelazan en un abrazo eterno con la muerte.