Debe ser cierto que Brujas es la Venecia del norte porque anoche el FC Barcelona adoptó aires gondoleros. Un discurrir distraído, liviano y pinturero por el campo, propio de una navegación menor cuando la Liga de Campeones es un mar abierto donde los regalos se pagan y canturrear el o sole mio es una frivolidad, siendo muy benévolos. Tan benévolos como el colegiado cuando indultó a Szczesny en el último minuto, objeto de una falta que nunca debió producirse. Ni aún así el empate supo bien.
El Barça hizo un partido menor, de nuevo, y ofreció en bandeja al rival un paseo fluvial, impropio de la transcendencia de los tres puntos. Hansi Flick alertó del riesgo de los egos, pero anoche se logró un punto, el clásico puntito, gracias al ego de Lamine Yamal, en clara mejoría, que se rebel

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