Por: Diego Arias / especial para El País

Cuando ya la tragedia era inevitable, luego del ingreso de los tanques al Palacio de Justicia, y se presentó el incendio que consumía buena parte de la edificación, el desconcierto y una insondable tristeza ocuparon el ambiente del pequeño cuarto de una derruida casa campesina en el que un grupo de miembros de la Dirección Nacional del M19 y algunos combatientes seguíamos el curso de los acontecimientos desde lo alto de una montaña de Toribio, en el norte del Cauca.

En medio de un frio extremo y una espesa niebla, alrededor de una precaria fogata y apurando sorbos de café, Alvaro Fayad, por entonces máximo comandante del M19, rompió el silencio de aquella noche del 7 de noviembre de 1985 para sentenciar con voz quebrada: “Esto salió muy mal…!”.

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