Algunos medios culpan al diplomático del fracaso de la reunión con Trump en Budapest, pero el Kremlin niega que haya caído en desgracia a pesar de su ausencia de varias cumbres

Quiénes son los hombres de Putin en las negociaciones con el Gobierno de Trump

¿Qué le pasa a Serguéi Lavrov, el ministro de Asuntos Exteriores más longevo de Rusia y una de las voces más duras contra Occidente? Lleva sin aparecer públicamente desde el 28 de octubre, y sus ausencias en las cumbres del G20 y del ASEAN y en la última reunión del Consejo de Seguridad del país han desatado especulaciones sobre una posible caída en desgracia.

No es la primera vez en sus 21 años en el cargo que se especula con una dimisión o destitución de Lavrov, pero su edad —75 años—, el reciente fracaso de la reunión de Budapest entre Vladímir Putin y Donald Trump, o su rivalidad con Kírill Dmitriev, el negociador favorito de la Casa Blanca, han vuelto a poner la cuestión encima de la mesa.

El Kremlin niega cualquier tipo de problema acerca del ministro, pero, en Rusia, el enigma Lavrov se ha convertido en objeto de debate en la mayoría de medios y algunos analistas creen que el final político del diplomático podría estar cerca.

Una frase desata la tormenta

Todo estalló el 31 de octubre con un artículo del Financial Times que achacaba al ministro ruso la ruptura de los preparativos para la reunión entre presidentes. Según el periódico estadounidense, 10 días antes, durante la llamada con el secretario de Estado, Marco Rubio, los representantes norteamericanos quedaron sorprendidos por la “intransigencia” de Lavrov, por sus comentarios “inflexibles” y sus afirmaciones sobre el gobierno “nazi” en Ucrania.

“Lavrov está claramente cansado y parece pensar que tiene cosas mejores que hacer que reunirse o dialogar con Estados Unidos, sea lo que sea lo que quiera el presidente Putin”, dijo una fuente a este medio.

Esta frase causó gran revuelo en Moscú. El canal de Telegram Nezigar, bien conectado con el Kremlin, sugirió que la noticia del Financial Times podría responder a una lucha interna entre facciones del Gobierno ruso. “Podría haber sido impulsada por grupos interesados en culpar al ministro Lavrov del distanciamiento con Washington”, escribía.

Pocos días después, este mismo canal informaba que Putin y Lavrov habían mantenido una conversación y que algunos altos cargos del Kremlin incluso estaban acusando al ministro de sabotear las negociaciones.

“Lavrov está claramente deprimido ahora”, aseguraba una fuente familiarizada con el asunto al canal. “Se ha encontrado en el epicentro de la intriga. Y muchos creen que está siguiendo los pasos de Serguéi Shoigú [ministro de Defensa destituido en 2024]. Es evidente que ha perdido el favor de Putin y se muestra débil”, añadía.

Según esta fuente, aunque hubiera seguido las instrucciones del presidente ruso y hubiera demostrado una actitud firme en su conversación con Rubio, aquello “no le eximía de responsabilidad”. “El jefe de la diplomacia rusa debe demostrar una gran capacidad de negociación, no sabotear la cumbre”, concluía.

La rivalidad con Dmitriev

Nezigar considera que el error de Lavrov fue “ignorar por completo” las posturas de Dmitriev y del asesor presidencial Yuri Ushakov, presuntamente más transigentes, “creyendo falsamente que su enfoque —más duro y basado en principios— reflejaba la posición de Putin”. A continuación, Dmitriev voló a Estados Unidos para intentar rehacer puentes, aunque sin éxito.

La periodista del canal ruso en el exilio Dozhd TV, Ekaterina Kotrikadze, considera que la visita exprés del director del fondo soberano ruso a Miami y Washington fue una señal para Trump de que Putin “no compartía la postura radical de su ministro”.

En este sentido, en una intervención en Vot Tak TV, el redactor jefe de Nóvaya Gazeta Evropa, Kírill Martinov, apuntaba que la última entrevista de Lavrov, con unos blogueros húngaros prorrusos, había sido “muy decepcionante” ya que había llegado a declarar que Trump “estaba siendo manipulado desde Europa”. Martinov considera que todas las recientes maniobras de la diplomacia rusa no hicieron más que “empeorar las cosas”.

La rivalidad entre Lavrov y Dmitriev viene de lejos. Según el medio ruso independiente Agentstvo, desde la primera reunión entre Rusia y Estados Unidos en Arabia Saudí, en febrero, ambos representantes están enfrentados. Putin no informó al ministro de Exteriores de la presencia del banquero en las negociaciones y Lavrov apartó su silla de la mesa, de acuerdo con esta información. “Si quiere participar, que me lo diga Vladímir Vladímirovich [Putin]”, espetó el diplomático, según Agentstvo. Finalmente, Dmitriev sí sentó en la mesa.

Dmitriev, que reporta directamente al presidente, le es útil porque habla el mismo idioma que Trump —la lengua del dinero y las oportunidades de negocio—, y es descaradamente adulador con la agenda social ultraconservadora de la Administración estadounidense. Mientras tanto, Lavrov representa la ortodoxia diplomática rusa y su inflexibilidad ante las demandas norteamericanas para poner fin a la guerra de Ucrania.

Lavrov se defiende

Ante los reproches por haber hecho saltar por los aires el diálogo con Estados Unidos, el ministro no se defendió públicamente, pero sí filtró su punto de vista al Kommersant, un periódico de la órbita del Kremlin pero que mantiene cierto nivel de crítica.

Una fuente del Ministerio de Exteriores aseguró a la publicación que Lavrov “no se había apartado” ni tenía previsto apartarse del marco fijado en la cumbre de Alaska, en agosto, que “no había endurecido sus postulados” y que era la Casa Blanca la que había cambiado de parecer.

Otra fuente vinculada a Exteriores corroboraba a Nezigar la teoría de que la publicación del Financial Times había sido “encargada” y que eso había resultado “muy doloroso” para Lavrov. “El artículo contiene muchas falsedades y acusaciones infundadas contra el ministro. Pero lo cierto es que Lavrov está realmente cansado y probablemente tenga más detractores en el Kremlin”, admitía esta fuente.

El pasado miércoles, el Ministerio de Exteriores tuvo que recurrir de nuevo al Kommersant para disculpar la ausencia de su máximo representante en la reunión del Consejo de Seguridad en el Kremlin, en la que Putin amenazó con llevar a cabo pruebas nucleares si Washington daba el primer paso. Fuentes “bien informadas” explicaron al periódico que se trataba de una baja “acordada”.

El Kremlin niega los rumores

Ante los crecientes rumores por la ausencia de Lavrov, el Kremlin salió el viernes a desmentir que haya sido apartado de sus funciones o que esté siendo castigado. “No hay nada en estos informes que se corresponda con la realidad”, quiso dejar claro el portavoz, Dimitri Peskov.

En esta misma línea, la portavoz de Exteriores, María Zajárova, declaró que la publicación del Financial Times formaba parte de una “guerra de información”, y subrayó que el artículo tenía como objetivo “generar polémica”.

Cuando se convirtió en ministro ya estaba cansado. Llevan 20 años hablando de que se cansa y se va. Pero no, no se va a ir a ninguna parte por eso

Para el periodista del séquito presidencial Aleksander Yunáshev, es una operación de Occidente para “socavar” la posición de Lavrov a través de los medios que controla. “Mis fuentes afirman que las relaciones entre el presidente y el ministro de Asuntos Exteriores son tranquilas”, asegura.

Su tesis es que el diplomático encarna una figura “incómoda” para europeos y norteamericanos, que preferirían solo negociar con Dmitriev, “más comprensible y amable para los extranjeros”. Sin embargo, opina que el Kremlin va a continuar abordando las negociaciones desde esta doble perspectiva y que la probabilidad de que esta política se revierta y Lavrov quede marginado es “nula”.

“Culpar a Lavrov es estúpido e inútil”

No solo los medios afines al Gobierno ruso ponen en duda la caída en desgracia del ministro. Borís Bóndarev, diplomático que rompió con el Kremlin en 2022 pero que conoce muy bien las estructuras del Ministerio de Exteriores ruso, califica de “tontería” el supuesto de que Lavrov hubiese sido grosero durante las conversaciones con Rubio y aquello hubiese comprometido la cumbre de Budapest.