Cuando las primeras noticias del desembarco de Hernán Cortés llegaron a la capital del Imperio azteca, Moctezuma II convocó de inmediato a sus más próximos consejeros. ¿Qué actitud había que adoptar frente a esos inesperados visitantes llegados de no se sabía dónde a bordo de curiosas ciudades flotantes?
Algunos estimaron que había que rechazar a los intrusos en el acto. No les habría costado mucho a las tropas imperiales acabar con esos centenares de imprudentes que habían osado penetrar en las tierras de la Triple Alianza sin haber sido invitados. “Sí, pero”, dijeron otros. Según los primeros informes acerca de los extranjeros, estos parecían dotados de poderes sobrenaturales: estaban recubiertos enteramente de metal, contra el que rebotaban las más aceradas flechas. Cabalgaban sobre gr

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