Un hombre está acostado en su cama, no se puede mover, apenas puede hablar. A su lado, su esposa se reclina para limpiarle la boca con un trozo de papel y, momentos después, ve cómo el doctor que está con ellos —robusto, de bigote poblado y voz gruesa— toma una sonda e inyecta un medicamento que, dice, ayudará al paciente a sentir menos dolor. Desde fuera de la habitación, otras personas observan lo que ocurre.

Aunque nadie lo diga con palabras, la situación es clara: su familiar está muriendo.

Esta es una de las primeras escenas de “El último viaje”, un documental estrenado a finales de septiembre en cines de México que cuenta la historia del médico y tanatólogo mexicano Federico Rebolledo, quien dedicó alrededor de 40 años de su carrera a ayudar tanto a sus pacientes como a sus familia

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