Durante el asedio a Sarajevo , entre 1992 y 1996 , mientras muchos ciudadanos huían diariamente de las balas y explosiones con la urgencia de quien sabe que cada segundo puede ser el último, se escondía otra verdad aún más perturbadora .
No todos los que disparaban desde las colinas o desde los edificios de la conocida como avenida de los francotiradores –Bulevar Mese Selimovica–, en el centro de la ciudad, eran milicianos. Entre esos francotiradores, según revelan las investigaciones y la denuncia del escritor Ezio Gavazzeni y de los abogados Nicola Brigida y Guido Salvini, había visitantes extranjeros que viajaban desde Europa occidental para participar en una actividad clandestina que bautizaron como “ safari de francotiradores ”.
Se trataba de hombres que pagaban altas su

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