Cuando visité por primera vez a España en el verano de 1977 el país todavía padecía de las secuelas de la dictadura franquista que perduró 4 décadas, bajo el imperio del terror y el miedo a la delación de cualquier vecino quien bajo el señalamiento de “este es anarquista, republicano o rojo”, le valía la sentencia de muerte o condenas sumarias en horribles cárceles.

La dictadura franquista (1936-1975) formó parte de la implantación del Fascismo en la Europa del siglo XX, a partir del inicio de la dictadura portuguesa en 1926, que derrocó a la Primera República, evolucionando en 1933 hacia el «Estado Novo», encabezado por Oliveira Salazar, cuyo régimen permaneció hasta 1974 con la revolución de los claveles, el tercer Reich alemán de Hitler (1933-1945 y la dictadura de Benito Mussolini, el

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