Desde que el príncipe heredero está al frente de los asuntos del reino han aumentado el número de presos ejecutados, incluidos muchos extranjeros que no pueden pagar un abogado
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Las luces de neón de la cárcel parpadean en la sala abarrotada. Es el comienzo de un nuevo día en la ciudad de Tabuk, en el extremo norte de Arabia Saudí, y los presos esperan. Cuando entran los guardias, saben que se llevarán a uno de ellos. Una veintena de guardias del pelotón de ejecución se acerca a un recluso en silencio. Le susurra algo al oído y lo escolta fuera. Algunos de los prisioneros que se han quedado en la sala rompen a llorar. Otros simplemente piden perdón.
Así es el destino para cientos de extranjeros condenados en Arabia Saudí por delitos no violentos relacionados con drogas. Algunos de ellos supuestamente traficaron a cambio de unos pocos cientos de dólares.
En los últimos cuatro meses, el periódico The Guardian ha estado entrevistando a familiares de migrantes egipcios recluidos en Tabuk, la famosa cárcel “de la muerte”. Los parientes han revelado confesiones forzosas, torturas y la imposibilidad de pagar a los abogados defensores.
Según organizaciones de derechos humanos, es probable que muchos de los condenados a muerte fueran inocentes o forzados a traficar con drogas. Jeed Basyouni, de la ONG Reprieve, afirma que “son pobres, marginados y nadie los escucha”.
Esperanzas de reforma frustradas
En 2021 hubo una suspensión temporal en las ejecuciones de presos condenados por drogas, lo que generó esperanzas de una reforma bajo el mandato del príncipe heredero Mohammed bin Salmán, dirigente de facto del reino. Pero esa suspensión se levantó en noviembre de 2022 y, desde entonces, se ha producido un aumento “terrible” en el número de ejecuciones en Arabia Saudí.
Según los datos de Reprieve, un mínimo de 274 ciudadanos extranjeros han sido ejecutados desde principios de 2024 en el reino por delitos relacionados con drogas. Después de China y de Irán, Arabia Saudí es el país que ejecuta a más condenados en todo el mundo.
A finales de 2024, las autoridades de la cárcel de Tabuk comenzaron a trasladar a un pabellón separado a los prisioneros condenados a muerte. Una zona que es conocida como “el pabellón de la muerte”.
Cuando una de nosotras tiene noticias de un hijo, de un hermano o de un marido, lo publica en el grupo para hacernos saber que siguen vivos
Otro cambio de los últimos tiempos tiene que ver con no avisar a los reclusos sobre su inminente ejecución con antelación suficiente para ducharse y llamar a sus seres queridos. Según algunas familias, ahora solo son informadas una vez que se ha llevado a cabo la ejecución. Se cree que la mayoría de los ejecutados son decapitados, pero no hay certeza porque las familias no reciben los cuerpos, solo les entregan un certificado de defunción.
Ahmed Younes Al Qayed tenía 32 años y trabajaba en un hotel de Arabia Saudí cuando, en noviembre de 2016, lo detuvieron acusado de tráfico de drogas. En diciembre de 2024, Al Qayed figuraba en el grupo de 33 egipcios recluidos en el nuevo pabellón, todos ellos condenados a muerte por delitos no violentos relacionados con drogas.
Al Qayed había comenzado a creer que sobreviviría después de que Arabia Saudí anunciara la suspensión de las ejecuciones. Según sus familiares, un abogado designado por el tribunal dijo que la sentencia se conmutaría por cadena perpetua. Pero las ejecuciones comenzaron poco después de la llegada del prisionero al “pabellón de la muerte” de Tabuk. Estaba claro que nadie iba a ser perdonado.
De los 33 egipcios que el pasado mes de diciembre vivían en el pabellón, 25 ya han sido ejecutados por condenas relacionadas con el tráfico de drogas. Los últimos dos, Mohamed Saad y Omar Sherif, el pasado octubre.
El final para Al Qayed llegó el 3 de diciembre de 2024, cuando la puerta de la celda se abrió y los guardias se acercaron tranquilamente a él y a otros dos egipcios. Otros reclusos cuentan cómo sus corazones comenzaron a latir con fuerza cuando los tres fueron escoltados fuera. Al Qayed fue el primero del grupo en morir.
La familia del preso ejecutado todavía está tratando de olvidar el tormento de sus últimos días. “Vivíamos al límite”, dice su primo Hazem. Las autoridades saudíes no han devuelto el cuerpo y sus familiares no saben dónde está enterrado.
El sufrimiento de las familias
Youssef* es uno de los que aún esperan un indulto en Tabuk. Su madre, su único vínculo con el exterior, revisa cada hora el teléfono esperando la llamada diaria. Ella escucha sus historias y sus miedos y trata de calmarlo.
Antes de ser detenido, Youssef trabajaba como pescador y buceador en la costa egipcia del mar Rojo. Las autoridades saudíes sostienen haberlo encontrado en aguas territoriales saudíes, cerca de un neumático flotante con una gran cantidad de drogas. Fue condenado a muerte por tráfico de drogas.
La madre de Youssef entra en pánico cuando no llega la llamada diaria. Ha encontrado algo de consuelo en un grupo de WhatsApp creado por familiares de egipcios condenados a muerte en Arabia Saudí. Allí comparten noticias, miedos y pequeñas palabras de ánimo. “Cuando una de nosotras tiene noticias de un hijo, de un hermano o de un marido, lo publica en el grupo para hacernos saber que siguen vivos”, dice.
Pero las noticias no son siempre esperanzadoras. Durante el último año han llegado más noticias de ejecuciones. Recientemente, Youssef dejó de llamar. Lo habían hospitalizado porque se negaba a comer. No era la primera vez que sufría una crisis de salud mental. Su madre dice que en Egipto ya había recibido tratamiento psiquiátrico.
“Hagan algo... no por mí, el martes seré ejecutado, háganlo por los otros 32 egipcios, nos van a ejecutar a todos”, decía un mensaje de WhatsApp que Youssef mandó a su abogado justo antes de la ejecución de Al Qayed.
Según los familiares que hablaron con The Guardian, algunos reclusos han sido torturados para confesar. La hermana de un preso declaró que un hombre detenido al mismo tiempo que su hermano confesó bajo coacciones extremas. “El otro hombre le dijo [a mi hermano] ‘si me pidieran que confesara un asesinato, lo haría’”. Su hermano nunca confesó, agregó la mujer.
La mayoría de las familias dicen que no pueden permitirse un abogado y que sus familiares no han tenido un juicio justo. La madre de uno de los presos afirmó que pagó 11.000 dólares [más de 9.500 euros] por un abogado privado que, según ella, no presentó pruebas clave. Después, su hijo le pidió que no contratara a nadie más. “Guarda el dinero para mis hermanas, si mi destino es morir, moriré”, le dijo su hijo.
La madre de Youssef se aferra a la esperanza de que le perdonen la vida. “Cuando regrese, lo celebraremos y todo el mundo estará invitado”. Su hijo tuvo un sueño en el que unas personas trataban de matarlo, pero él lograba escapar. “Es una señal divina, vas a sobrevivir”, le dijo ella a Youssef cuando él se lo contó.
La hermana de otro preso todavía no le ha contado a su madre la verdad sobre la condena a muerte de su hermano. “Cuando muera, le diré que falleció de forma natural, no puede saber que fue ejecutado, no hizo nada para merecerlo”.
*Nombre ficticio para proteger su identidad

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