Cantabria vuelve a demostrar que el tamaño no lo es todo. Esta pequeña comunidad del norte de España, donde el verde parece no tener fin y las montañas se asoman al mar, alberga una densidad de belleza difícil de igualar. Entre valles escondidos, acantilados, torres medievales y aldeas que respiran historia, cinco de sus pueblos han sido seleccionados como finalistas al galardón de “Pueblo del mes de diciembre” .
Cada uno encarna una faceta distinta de la identidad cántabra —marinera, literaria, montañesa o medieval—, pero todos comparten algo en común: esa autenticidad que convierte cualquier visita en un viaje al alma del norte.
Mogrovejo, el pueblo donde el tiempo se detiene
A los pies del Macizo Oriental de los Picos de Europa , Mogrovejo es una joya suspendida entre la historia y el silencio. Su torre medieval del siglo XIII , símbolo de poder de los Señores de Mogrovejo, se alza sobre un conjunto de casas lebaniegas que parecen haberse detenido en otra época.
No llega al medio centenar de habitantes, pero su belleza basta para llenar el valle. De hecho, su armonía arquitectónica y la autenticidad de su trazado le valieron ser declarado Conjunto Histórico y Bien de Interés Cultural . El viajero que llega aquí no busca prisa ni ruido: solo escuchar el rumor de las montañas y dejarse encontrar por la calma.
Potes, la capital de Liébana y de los puentes
El nombre de Potes viene de Pontes , como la llamaron los romanos, y no podían haber elegido mejor. Esta villa, atravesada por los ríos Deva y Quiviesa , es una red de puentes medievales que dan paso a callejuelas de piedra y balcones floridos.
El Puente de San Cayetano y la Torre del Infantado , del siglo XIV, son sus emblemas. Desde lo alto de la torre se abren las vistas más bellas: los tejados rojizos, los montes cubiertos de castaños y, al fondo, los Picos de Europa. En sus tabernas, el cocido lebaniego y los frisuelos resumen la esencia de la gastronomía rural cántabra.
Potes, reconstruida tras la Guerra Civil, sigue conservando su espíritu medieval, especialmente en el barrio de La Solana, donde cada piedra parece contar una historia.
Santillana del Mar, la villa que enamoró a Sartre
Pocas villas en España despiertan tantas emociones como Santillana del Mar , conocida como “el pueblo de las tres mentiras”: ni es santa, ni llana, ni tiene mar. Pero sí es, como dijo Jean-Paul Sartre, “el pueblo más bonito de España” .
Sus calles empedradas, sus palacios blasonados y su Colegiata de Santa Juliana —una obra maestra del románico— conforman un conjunto arquitectónico único. En los atardeceres de otoño, cuando los turistas se han marchado y la luz acaricia las fachadas doradas, Santillana recupera su atmósfera más íntima, casi mística.
La villa, declarada Conjunto Histórico-Artístico , sigue siendo una lección viva de historia, donde el arte y el tiempo conviven en equilibrio perfecto.
Tudanca, el refugio de las letras y las montañas
En el corazón del valle del Nansa, Tudanca es un pueblo que parece salido de las páginas de un libro. Aquí vivió y escribió José María de Cossío , y por su Casona del siglo XVIII pasaron figuras como Unamuno o Gerardo Diego .
El edificio, hoy museo, guarda más de 25.000 documentos originales de algunos de los nombres más importantes de la literatura española. Sin embargo, más allá de su legado intelectual, Tudanca conquista por su autenticidad rural: casas de piedra con solanas al sol, cubiertas a dos aguas y el murmullo de los robledales y abedules del Parque Natural Saja-Besaya .
Aquí, entre el ganado tudanco y el aroma a leña, la inspiración parece inevitable.
San Vicente de la Barquera, donde el mar abraza la historia
La Villa Marinera por excelencia de Cantabria es también una de las más fotogénicas. San Vicente de la Barquera se asienta entre el mar y los Picos de Europa, ofreciendo una de las postales más reconocibles del norte de España.
El Puente de la Maza , con sus 500 metros de longitud, une las dos orillas de la ría y regala una vista inolvidable del Castillo del Rey y la Iglesia de Santa María de los Ángeles . Dicen que si se cruza sin respirar, se cumple un deseo. Pero lo cierto es que basta con contemplarlo para sentir que ya se ha cumplido uno: el de estar allí.
A escasos kilómetros se encuentra el Parque Natural de Oyambre , un mosaico de dunas, acantilados y marismas donde el paisaje cántabro alcanza su máxima expresión.
Cantabria, una tierra que condensa el alma del norte
Desde las montañas de Liébana hasta las rías de Trasmiera, Cantabria vuelve a reivindicarse como uno de los territorios más completos y sorprendentes de España.
En cada uno de estos cinco pueblos late una parte de su identidad: el pasado medieval, la devoción marinera, la calma rural o la fuerza de sus tradiciones.
Y aunque solo uno será elegido “Pueblo del mes de diciembre” , la realidad es que todos son ganadores : porque en Cantabria, cada pueblo —por pequeño que sea— guarda una historia, un paisaje y un pedazo de eternidad.

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