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Hace unas semanas mi padre me preguntó si ya se había estrenado la quinta temporada de Stranger Things. “No, le dije, hasta finales de noviembre nada”. Y, señalándome una lista de Netflix, insistió: “Pero entonces ¿por qué está entre lo más visto de la plataforma?”
No tengo ni idea de la razón real, pero mi primera respuesta, basada en la experiencia personal, fue indicarle que probablemente la gente estaba volviendo a ver la cuarta temporada porque se había estrenado en 2022 y nadie se acordaba del punto en el que habíamos dejado la trama.
Elena Neira y Juan Luis García Fernández explican por qué los nuevos modos de visionado de las series no ayudan nada a que los personajes, las historias y el desarrollo de las mismas se asienten en nuestra cabeza. En una semana vemos una serie del tirón y no volvemos a ella hasta dos años después, cuando nos hemos olvidado incluso de cómo se titulaba. Es inquietante pensar que, si no cambiamos nuestra forma de interactuar con las plataformas, dejaremos de utilizar todo el potencial de nuestra mente y, al final, esta se acabará acostumbrando a trabajar menos.
Yo, por mi parte, antes de abordar la quinta entrega me leí el desglose de capítulos de Stranger Things que estaba en la Wikipedia y vi los últimos dos de la temporada anterior. Así me preparé para volver a Hawkins.
Prima ballerina assoluta
Hace unos meses, en una exposición dedicada al fotoperiodismo de Marisa Flórez, vi una foto que esta le había hecho a la rusa Maya Plisetskaya cuando ella dirigía el Ballet del Teatro Lírico Nacional español.
En la imagen, en blanco y negro, un grupo de bailarinas vestidas con tutús claros rodeaba sobre un escenario a la coreógrafa, que a cambio llevaba un traje negro. La potencia de la imagen en la que se retrataba a unas artistas tan fuertes con apariencia tan delicada se exacerbaba al colocarse, en el montaje expositivo, al lado de una imagen de las primeras mujeres que habían entrado en el ejército.
He pensado mucho en esa imagen, de firme fragilidad, mientras leía el repaso que Laura Hormigón (también fantástica bailarina) hace de la carrera de la rusa en el año en el que se han cumplido cien años de su nacimiento.
Los jóvenes que quieren triunfar
Confesaré que, para lo enganchada que estuve a la primera edición de Operación Triunfo, estoy bastante desconectada de su formato actual.
No obstante, ayuda mucho tener a autores como José Ángel Baños Saldaña y Guillermo Sánchez Ungidos, capaces de analizar cómo este programa de telerrealidad, además de contar la historia de un grupo de soñadores, es un espejo de la industria musical. Y al verla reflejada en este cristal, con tantas horas de emisión y de retrato generacional, podemos fijarnos en sus puntos fuertes… pero también en los más débiles.
El dictador cinéfilo (pero no tanto)
Y, en unas semanas en las que recordamos los 50 años de la muerte de Franco y, por tanto, del principio del fin del franquismo, me gustaría fijarme en la relación que la dictadura española tuvo con el séptimo arte.
Porque, como cuenta Emeterio Diez Puertas, “el franquismo fue el primer régimen que pensó y practicó una política cinematográfica en España”. Es muy interesante analizar cómo, de la mano de la dictadura, se dio poder a la Iglesia, la patronal y el ejército para controlar lo que se exhibía, distribuía y producía. Estos sectores tenían mano en la censura, el dinero que se movía en la industria, la propaganda que se transmitía (el NO-DO es el ejemplo más claro) y la violencia política que se justificaba en los entornos artísticos.
Algunos ejemplos de los que hemos hablado aquí serían los doblajes que se hacían para intentar reparar los diálogos censurables (y que acababan siendo más sórdidos), la creencia de que “el elemento femenino” no podía graduarse en la especialidad de Dirección en la Escuela de cine o el hecho de que la Segunda República acabase siendo la antagonista de numerosas producciones franquistas que buscaban ensalzar el propio régimen.
Por cierto, Francisco Franco “ha sido el único gobernante español que ha escrito un guión y que lo ha rodado, casi por su cuenta, como productor ejecutivo: Raza”.
Si están cerca de un cine que todavía la exhiba, aprovecho para recomendarles La cena, una comedia situada en los primeros días de la dictadura.
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