Una erupción volcánica, o una serie de erupciones producidas alrededor de 1345, fue probablemente el primer paso de una secuencia que finalmente condujo a la Peste Negra que mató a entre 80 y 200 millones de personas en Europa y Asia. Es la principal conclusión de un estudio publicado este jueves en la revista Communications Earth & Environment , que ahonda en las razones del inicio y propagación de una plaga que se extendió por Europa entre 1347 y 1353 d. C. y tuvo una tasa de mortalidad de hasta el 60% en algunas regiones.
Para el trabajo, Martin Bauch , del Instituto Leibniz de Historia y Cultura de Europa del Este (GWZO) y Ulf Büntgen , de la Universidad de Cambridge, han revisado datos previamente publicados de anillos de árboles de ocho regiones europeas, estimaciones de los niveles de azufre volcánico derivadas de núcleos de hielo recolectados en la Antártida y Groenlandia, y documentación escrita de la época.
¿Qué relación puede tener una erupción volcánica con la peste? La evidencia combinada hallada por los autores sugiere que la actividad volcánica en un lugar desconocido de los trópicos alrededor del año 1345 provocó un aumento de los niveles de azufre y cenizas en la atmósfera, así como condiciones de humedad y frío en todo el sur de Europa y la región mediterránea.
Los investigadores pudieron estimar esta erupción mediante la información contenida en los anillos de los árboles de los Pirineos españoles, donde quedó registro de veranos inusualmente fríos y húmedos en 1345, 1346 y 1347 en gran parte del sur de Europa. Si bien un solo año frío no es infrecuente, los veranos fríos consecutivos son muy inusuales. La evidencia documental del mismo período señala nubosidad inusual y eclipses lunares oscuros, lo que también sugiere actividad volcánica.
El nexo final con la epidemia es que este enfriamiento climático debido a la actividad volcánica y la posterior hambruna llevaron a las ciudades-estado italianas a importar cargamentos de grano de la región del Mar Negro que podrían haber contenido la bacteria de la peste, Yersinia pestis .
No sería la primera vez que las erupciones tienen un impacto directo en la historia humana. Un estudio reciente proponía, por ejemplo, que la actividad volcánica pudo contribuir al colapso de varias dinastías chinas . Y es bien conocido que la erupción en 1783 en una fisura islandesa conocida como Laki cubrió los cielos de Europa de ceniza y produjo una escasez de cosechas que, según algunos historiadores, tuvo un papel determinante en el estallido de la revolución francesa.
Necesidad de más grano
Según la evidencia escrita recopilada en el estudio, estas condiciones provocaron simultáneamente malas cosechas y hambrunas en amplias zonas de España, el sur de Francia, el norte y centro de Italia, Egipto y el Levante. Esto llevó a las ciudades-estado marítimas italianas, como Venecia y Génova, a negociar un alto el fuego en un conflicto en curso con los mongoles de la Horda de Oro y a importar grandes cantidades de grano de la zona del Mar Negro aproximadamente en el año 1347 d. C.
Aunque las fuentes escritas venecianas informan de que este comercio de grano salvó a sus residentes de la hambruna, la época de llegada de los barcos de grano y los brotes de peste en las ciudades importadoras de grano sugieren que también pudo haber traído pulgas infectadas con la bacteria de la peste. Es posible que estas pulgas infectadas se hayan distribuido luego en envíos de grano a otras partes de Italia, como Padua, lo que exacerbó la propagación de la Peste Negra en toda Europa.
Estas poderosas ciudades-estado italianas establecieron rutas que les permitieron prevenir la hambruna, pero les conduciría a una catástrofe mucho mayor
Martin Bauch — Investigador del Instituto Leibniz de Historia y Cultura de Europa del Este (GWZO) y autor principal
“Durante más de un siglo, estas poderosas ciudades-estado italianas establecieron rutas comerciales de larga distancia a través del Mediterráneo y el Mar Negro, lo que les permitió activar un sistema altamente eficiente para prevenir la hambruna”, asegura Bauch. “Pero, en última instancia, esto, sin querer, conduciría a una catástrofe mucho mayor”.
Una vez que las pulgas infectadas con la peste llegaron a los puertos mediterráneos del siglo XIV en barcos de grano, se convirtieron en un vector de transmisión de enfermedades, lo que permitió que la bacteria pasara de huéspedes mamíferos —principalmente roedores, pero que potencialmente incluían animales domésticos— a los humanos. Después, la enfermedad se extendió rápidamente por Europa, devastando la población.
“También pudimos demostrar que muchas ciudades italianas, incluso grandes como Milán y Roma, probablemente no se vieron afectadas por la Peste Negra, aparentemente porque no necesitaron importar grano después de 1345”, señala Bauch. “La conexión entre el clima, la hambruna y el grano podría explicar otras oleadas de peste”.
Los investigadores dicen que la tormenta perfecta de factores climáticos, agrícolas, sociales y económicos después de 1345 que condujo a la Peste Negra también puede considerarse un ejemplo temprano de las consecuencias de la globalización. “Aunque la coincidencia de factores que contribuyeron a la Peste Negra parece poco común, es probable que la probabilidad de que surjan enfermedades zoonóticas debido al cambio climático y se traduzcan en pandemias aumente en un mundo globalizado”, concluye Büntgen. “Esto es especialmente relevante dadas nuestras recientes experiencias con la COVID-19”.
Cambiar el curso de la historia
Marta Domínguez Delmás , experta del Naturalis Biodiversity Center de Países Bajos, destaca que, gracias a información que proporcionan los árboles, el estudio relaciona fenómenos climatológicos con eventos que alteraron el curso de la historia humana.
“La reconstrucción basada en los anillos de los árboles demuestra un repentino y drástico descenso de las temperaturas veraniegas durante tres años seguidos, lo cual debió tener influencias devastadoras en las cosechas y, por tanto, en el abastecimiento de grano en el Mediterráneo, como sugiere el estudio”, señala la especialista.
La reconstrucción basada en los anillos de los árboles demuestra un repentino y drástico descenso de las temperaturas que debió tener influencias devastadoras en las cosechas
Marta Domínguez Delmás — Experta en dendrocronología del centro Naturalis de Países Bajos
En opinión de Domínguez Delmás tiene sentido que, viéndose forzados a buscar nuevas fuentes de abastecimiento de grano, los barcos mercantes llegaran a puertos donde los roedores portadores de la bacteria de la peste también campaban, trayendo de vuelta al Mediterráneo no sólo grano, sino también la peste.
Laia Andreu Hayles , investigadora ICREA experta en dendrocronología, cree que los autores han acertado al elegir los anillos de los árboles. “Solo estos puede proporcionar una resolución anual de temperatura asociada a un año de calendario concreto, aunque ellos mismos reconocen que los datos de humedad no son tan precisos”, señala. En su opinión, el trabajo es un buen ejemplo de cómo los cambios climáticos se tienen que tener en cuenta a la hora de estudiar los hechos históricos. E incide en que no es que los volcanes potenciaran directamente la peste, sino que crearon las condiciones que luego acabaron en una cascada de eventos.
El geólogo y divulgador Nahúm Méndez Chazarra recalca que este nexo de unión entre las erupciones volcánicas y los cambios sociales era, hasta hace pocos años, muy difícil de encontrar, pero gracias a nuevas técnicas que nos permitan mejores análisis y dataciones, es posible que en el futuro sigamos viendo estudios como estos en los cuales podamos explicar transiciones o cambios entre periodos históricos relacionados con el funcionamiento natural de nuestro planeta.
Para Méndez Chazarra, cada vez va quedando más claro que hay una importante relación entre pulsos importantes de actividad volcánica y la ocurrencia de cambios sociales, económicos e incluso en la transmisión de enfermedades. “Estos cambios son suficientes para generar una gran inestabilidad social en momentos donde no había métodos para preservar algo tan importante como eran los alimentos y la vida humana dependía principalmente de las cosechas anuales para poder sobrevivir”, sostiene.
“Los paralelismos con el panorama global actual son abrumadores”, concluye Domínguez Delmás. “Cambio climático, inestabilidad política y social a nivel mundial, guerras, y una pandemia reciente que acabó con millones de personas en todo el mundo. Los árboles que nos sobrevivan contarán a la humanidad del futuro lo que pasó, sin sesgos ni filtros”.

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