La religión ha formado parte siempre del ADN de Mónaco. Su propio nombre lo señala, una derivación del griego Monoikos, como se denominaba el templo que antiguamente dominaba La Roca dedicado a Heracles (el romano Hércules), ese héroe de los trabajos imposibles. Y les fue propicio, aunque ahora a sus habitantes les suene mucho más otro dios con el acento afrancesado, Hermès. En su escudo aparecen unos monjes armados. Y no por las cruzadas. Hace referencia a cómo el primer Grimaldi tomó el poder de estas tierras a finales del siglo XIII: disfrazándose de monje para no levantar sospechas y aprovechando el hábito para ocultar la espada. Muy ingenioso. Quizá Hércules inspiró su hazaña. Y el tercer elemento: el lema, que reza en latín “Deo Juvante” (con la ayuda de Dios). Una ayuda inestima

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