México circula por rutas donde la autoridad aparece solo en espectros y simulaciones. La inseguridad avanza porque nadie asume realmente el volante del Estado.

Todos los días, miles de vehículos transitan por las carreteras federales de México mientras sus ocupantes sostienen una convicción inquietante: la de viajar bajo vigilancia que no existe. La Guardia Nacional patrulla, los puntos de control se multiplican, y sin embargo, los robos a transporte, los bloqueos y las extorsiones continúan como si la presencia institucional fuera apenas un decorado.

La paradoja es perturbadora: tenemos más instituciones dedicadas a la seguridad vial que en cualquier otro momento de la historia reciente, pero menos sensación de protección. Esta contradicción no es casual; es el resultado de un modelo qu

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