Me hubiese gustado ver la cara de Ferruccio Busseli oyendo que han encontrado un jabalí muerto en medio del bosque, después de comerse un bocadillo de mortadela, la versión previa a lo del laboratorio. El Ferruccio era nuestro vecino de Alforja, en el Baix Camp, el pueblo de adopción de mi padre y el mío de veraneo. Era un hombre corpulento, de piel morena, con mofletes rojizos y rasgos faciales muy marcados. Hubiese sido un actor secundario perfecto en un spaghetti western de Sergio Leone. O el abuelo del anuncio del gordo, que se encuentra un décimo premiado en una caja de Rössli 15, y lo deja en la mesita de noche de su nieto, recién separado y en el paro.
Aficionado al carajillo de Terry, botella de rejilla, fumador de tabaco negro, buen jugador de cartas, Ferruccio contaba la caída e

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