“Basta ya de buenismo!”, fue el grito de guerra de Pérez Llorca, el nuevo presidente de Valencia, al ser investido con los votos del Partido Popular y Vox. Y una se pregunta: ¿qué tiene de malo que intentemos ser buenas?
Pues resulta que esa cuestión –el papel que debe desempeñar la bondad, la moral, en nuestras acciones e ideas políticas– es muy controvertida. De hecho, cada vez más, como lo revelan algunas expresiones que han hecho fortuna. Como “izquierda sermoneadora”: esa que nos riñe por hablar en una lengua y no en otra, comer carne, coger el avión o tener cuenta en X. O “empatía tóxica”, que sería la que, con el noble propósito de proteger a una determinada categoría de víctimas, cierra los ojos a las víctimas que esas víctimas producen a su vez. O “creencias de lujo”, que Rob Hen

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