En septiembre de 1982, una ola de terror paralizó a Buenos Aires. Tres taxistas fueron ejecutados en el barrio de Mataderos en una semana, sin motivo aparente y con una frialdad que conmocionó a la sociedad. El responsable, Ricardo Luis Melogno, un joven de apenas 20 años, pasaría a la historia criminal del país como “el asesino de los taxistas”, dejando tras de sí un caso que, décadas después, sigue siendo un enigma para la justicia y la psiquiatría.

El método de un asesino frío y ritualista

El modus operandi de Melogno era metódico y despiadado. Abordaba un taxi de madrugada, daba una dirección en Mataderos o alrededores y, al finalizar el recorrido, disparaba a la cabeza del conductor con una pistola calibre .22. No robaba dinero, solo se llevaba los documentos de sus víctimas. Su com

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