Me gustan las mesas después de las comidas. El destrozo. El caos. El abandono. La quietud calamitosa del campo tras la batalla. Los cuervos, las banderas desgarradas, los escudos partidos, las armas abandonadas. Que es lo mismo que decir las copas empañadas, las botellas vacías, los platos sucios o el mantel cubierto de migajas, de cáscaras, de peladuras, de manchas, de servilletas usadas, de restos de tapones de cava y de otros vestigios de la diversión y el disfrute que implica comer en buena compañía.

Cuando recojo la mesa, habiendo hospedado una comida o una cena, después de su debida sobremesa y de todo lo que haya podido venir luego, me fijo en la posición aleatoria de los cubiertos, los cuencos, los platos, las bandejas, los vasos, las copas y las tazas­, que se han movido de un la

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