No es un buen síntoma de convivencia familiar prohibir que se hable de política en las mesas navideñas, como si opinar sobre la sociedad nos convirtiese en enemigos

Quizá sea oportuno que celebremos el Día de la Constitución con un deseo tan humilde como difícil de reivindicar la política. Las conversaciones sobre política son necesarias. No es un buen síntoma de convivencia familiar prohibir que se hable de política en las mesas navideñas, como si opinar sobre la sociedad nos convirtiese en enemigos. Aceptar que las conversaciones van a desembocar en gritos y ultrajes no es sólo una invitación al silencio, sino un modo de aceptar que es falso cualquier deseo de convivencia. Pero la cuestión se agrava cuando pasamos de lo privado a lo público. El silencio no quiere evitar los gritos,

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