, se ha vuelto un oficio con cerca de 150 años de existencia , que sobrevive en generaciones , pese a la precariedad laboral.
Juan José Saldivia Arreola , quien lleva 25 años en este oficio cultural. Entró al organillo alrededor del año 2000, este oficio no sólo es su sustento: también es una tradición familiar.
“Mi bisabuelo, mi abuelo, mi padre, yo y ahora mi hijo, aunque n o me gustaría que él se dedicara a esto ” , comenta.
Saldivia cuenta que su hijo trabaja con él como parte de un “castigo” por dejar temporalmente la universidad, aunque planea retomarla en enero. La familia vive de la combinación de salarios: el suyo, el de su esposa y lo que puede aportar su hijo.
“El ingreso ha disminuido con los años, normalmente saco entre 250 a 300 pesos diarios , es imposible que

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