Noche de difuntos
Cementerio de San Domingos de Bonaval, Santiago de Compostela
1 de noviembre de 1959
Miré a mi alrededor. Sin luna en el cielo, la densidad de la niebla me lamía el rostro y las yemas de los dedos. Dudé y temblé, pero no retrocedí. «No tengo miedo», me dije. «No tengo miedo », repitió el eco de mi pensamiento. Cientos de flores se distribuían en ramos sobre sepulturas que debía sortear. Aquel perfume que saludaba a la muerte turbó mis sentidos, pero tenía que avanzar. Lo sabía, pese a no querer hacerlo, pese a temer lo que podría encontrar una vez que me adentrase en la zona más sombría del cementerio, no podía parar. Tragué saliva con la angustia ciñéndome un áspero lazo en torno a la garganta y lancé decidida un pie sobre el camino.
A falta de farola o candil, busqu

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