Cuando en esta columna –hace tres semanas– dijimos que el Gobierno podría tener una pax de ocho meses, hasta agosto del año próximo, marcamos tres condiciones necesarias. Una de ellas era que el oficialismo no cometiera “errores políticos (a los que ha sido bastante propenso cuando se sintió agrandado)”. Varios de los aspectos definidos para empujar la reforma laboral abren unos cuantos interrogantes, desde los formales –¿incluir temas impositivos y pretender arrancar por el Senado?– hasta políticos.

La agenda la maneja la gestión libertaria con comodidad; por lo tanto, la responsabilidad de que todo vaya bien –después de semejante triunfo electoral el 26-O– está de su lado. Si llegase a suceder algún contratiempo notable, la responsabilidad será propia. Será muy interesante como banco de

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