La igualdad no puede seguir siendo una promesa: tiene que ser una realidad. Y esa realidad se construye con liderazgos femeninos que conviertan las leyes en oportunidades, que hagan de la política un lugar de servicio y que pongan el corazón al trabajo por las demás. Ese es el liderazgo que me inspira: creer en el brillo colectivo, sembrar para que otros recojan y demostrar que cuando una mujer lidera con amor, todo un país puede avanzar.

Porque cuando una mujer da un paso hacia adelante, no lo hace sola. Avanzan también sus hijos, su familia y su comunidad. Por eso es tan importante apoyar a otras mujeres, tenderles la mano y darles oportunidades reales que cambien su vida y la de quienes dependen de ellas. Lo mismo con los jóvenes: ellos necesitan espacios para formarse, trabajar y soña

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