El ejercicio de un cargo público inevitablemente despierta intereses y, en ocasiones, ataques. No es raro que estos encuentren eco en determinados espacios, voces o medios de comunicación. A veces, el silencio resulta la mejor respuesta; en otras, simplemente no se brinda el espacio oportuno para ejercer el derecho de réplica, lo que en la práctica equivale a negarlo. Recuerdo un caso en que, frente a un informe sesgado, un medio decidido publicar mi carta de descargas un mes después. Para entonces, cuando ya no era noticia, la verdad perdió la oportunidad de ser escuchada en su momento.

En más de una ocasión, ciertos personajes con tribuna en la televisión han recurrido a referencias poco decorosas, teñidas de machismo y de un estilo más cercano al matonaje que al debate serio. A ellos,

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