En las montañas a las afueras de Bogotá, estantes de yogures próximos a vencerse y pan excedente están alimentando en silencio una revolución. El Banco de Alimentos de Zipaquirá llega hoy a 3.500 familias campesinas al mes, demostrando que el hambre no se trata tanto de escasez como de voluntad y logística.
Donde el turismo brilla, el hambre espera
Los visitantes llegan en masa a Zipaquirá para descender a la famosa Catedral de Sal—buses alineados, guías ondeando banderas, destellos de cámaras rebotando en muros tallados en sal—mientras, a pocas calles, se despliega otra coreografía, invisible para los turistas. En una bodega con aroma tenue a harina y banano, voluntarios clasifican tomates golpeados de los frescos, sellan cajas con pistolas de cinta y dirigen estibas hacia la luz del dí