El discurso en el que se ha parapetado el sanchismo contra la corrupción en general y el caso concreto que nos ocupa hoy en particular, el del hermano de Pedro Sánchez, ha sido tan simple como provocador. Negarlo todo. Desde el primer día hasta ayer mismo el presidente y sus acólitos no se han movido un milímetro del argumentario centrado en titulares como «no hay nada»; «es un bulo producto de la fachosfera», «una cacería»; «persecución» tras una denuncia «nada espontánea»; «el único delito de David Sánchez ha sido ser hermano del presidente»... entre otros. Aderezados con el viscoso manoseo de la Fiscalía, la campaña monclovita contra la instructora Beatriz Biedma y el burdo fraude de ley para buscar el abrigo del fuero irregular del Miguel Ángel Gallardo, líder del PSOE Extremeño, y alt
Un horizonte penal para pensarse el futuro

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