La guerra de castigo israelí por los ataques de Hamás del 7 de octubre cumple dos años tras haber destruido buena parte de la Franja, desplazado a casi toda la población de 2 millones de habitantes y causado la primera hambruna de Oriente Medio

El mapa de cómo Israel ha arrasado Gaza: carreteras, cosechas, ciudades enteras y una población destruida

El 7 de octubre de 2023, pasadas las 06.30 de la mañana, los milicianos de Hamás irrumpieron en el kibutz Beeri, a poco más de 4 kilómetros de la Franja de Gaza. Tammy Baruch recuerda dos años después cómo su hijo Edan (20 años) fue asesinado ese día, mientras que su hijo Sahar (25 años) fue secuestrado. Edan fue uno de los cerca de 1.200 fallecidos en el sur de Israel y Sahar uno de los 251 rehenes tomados por las milicias palestinas —de los cuales, 48 siguen cautivos.

El mismo 7 de octubre por la tarde, Israel daba comienzo a una durísima ofensiva de castigo contra Gaza, que se ha prolongado dos años y ha desembocado en un genocidio. Más de 67.000 palestinos han sido asesinados desde entonces y unos 170.000 han resultado heridos. Según la Comisión Internacional Independiente de la ONU, no son solo “los asesinatos y los daños corporales y mentales graves”, sino que Israel los ha perpetrado “con la intención específica de destruir, total o parcialmente, a los palestinos en Gaza”.

Esa intención ha sido especialmente manifiesta desde el pasado mes de marzo, cuando Israel rompió el alto el fuego con Hamás y retomó los ataques contra Gaza, imponiendo al mismo tiempo un bloqueo total sobre el enclave palestino que ha provocado la hambruna en la Franja (460 personas han muerto a causa de la desnutrición en los pasados meses).

Casi seis meses después del colapso de aquella tregua y tras varias rondas de negociaciones fallidas, la semana pasada se abrió la posibilidad más sólida hasta el momento de un nuevo cese de las hostilidades en Gaza, con base en una hoja de ruta impuesta por el presidente Donald Trump. Los negociadores de Israel y Hamás han acudido este lunes a la localidad egipcia de Sharm el Sheij, donde se espera que junto a los mediadores —Egipto, Qatar y Estados Unidos— lleguen a un acuerdo para que Israel detenga su ofensiva y Hamás deje en libertad a los 48 rehenes que siguen en la Franja.

Israel espera a los rehenes vivos y muertos

En Israel, todas las esperanzas están puestas en el plan de Trump para que los últimos rehenes que quedan en manos de las milicias palestinas sean devueltos, tanto los 20 que las autoridades creen que siguen con vida como los cadáveres de los otros. Entre los fallecidos, se encuentra Sahar Baruch, tal y como cuenta su madre a algunos medios internacionales, incluido elDiario.es, en el kibutz Beeri. La urbanización ha permanecido congelada en el tiempo, con adosados quemados, destrozados y con las marcas de las balas o de las granadas que emplearon los milicianos palestinos. Los residentes aún no han regresado, pero el kibutz organiza tours para la prensa y también para turistas.

“Unos días después del 7 de octubre me dijeron que Edan había sido asesinado, pero no supe qué le había pasado a Sahar durante mucho tiempo. No sabía si había sido asesinado o tomado como rehén y ambas posibilidades eran horribles”, relata Tammy Baruch en el interior de la vivienda donde se encontraban sus hijos aquella fatídica mañana. Como todas las casas en Israel, tiene un refugio antimisiles y cohetes, del que los dos jóvenes se vieron obligados a salir cuando la casa empezó a arder.

“Después de más de tres semanas, me confirmaron que Sahar había sido secuestrado, pero [las autoridades] no sabían si estaba vivo o muerto”. En diciembre, le dijeron a la familia que estaba vivo, pero una semana después le comunicaron que había muerto, no se sabe si a manos de sus captores o por fuego israelí durante una “operación de rescate”. El Ejército israelí dijo posteriormente que no era posible determinar las circunstancias de su muerte, pero confirmó que había fallecido durante un intento de rescate.

Hay rehenes que siguen vivos en Gaza, lo más importante es traer de vuelta a los vivos porque el tiempo se acaba

Ahora, para Baruch es importante poder recuperar el cuerpo de su hijo Sahar para darle sepelio, junto a Edan, y empezar así el proceso de duelo que hasta ahora no ha sido posible y sólo será posible cuando lo entierre, explica. Sin embargo, señala que la prioridad son los 20 rehenes que las autoridades creen que están aún con vida: “Hay rehenes que siguen vivos en Gaza, lo más importante es traer de vuelta a los vivos porque el tiempo se acaba y no sabemos si van a sobrevivir”, advierte. “Después de dos años de tortura, su vida corre peligro a cada segundo que pasa”, agrega la mujer que viste una camiseta con las caras de los 48 secuestrados y el lazo amarillo en solidaridad con los rehenes que se puede ver en muchos lugares de Israel.

“Un acuerdo es inminente y tenemos que hacer todo lo posible para que ocurra”, declara Baruch sin mostrar excesivo optimismo, su rostro refleja mucho cansancio y pocas ilusiones. Los familiares de los rehenes están manteniendo la presión sobre el primer ministro Benjamín Netanyahu —incluida una acampada a las puertas de su residencia en Jerusalén— para que llegue a un acuerdo con Hamás que libere a los rehenes. Según el plan elaborado por la Administración estadounidense, deberían ser puestos en libertad en 72 horas después de la entrada en vigor de un cese el fuego. “Por primera vez en meses, tenemos esperanzas de que nuestra pesadilla termine por fin”, han afirmado las familias en un comunicado.

Por primera vez en meses, tenemos esperanzas de que nuestra pesadilla termine por fin

En todo momento, los familiares de los rehenes hablan de poner fin a la guerra, traer a los rehenes y a los soldados de vuelta a casa, pero no hacen referencia al sufrimiento de los palestinos ni a las terribles consecuencias que ha pagado la población civil de Gaza —la mayoría de los muertos son menores de edad y mujeres— por el ataque perpetrado por Hamás el 7 de octubre.

Preguntada por elDiario.es, Baruch no muestra pena por los niños y jóvenes de Gaza que, como sus dos hijos, han perdido la vida. “Creo que deben ser educados para amar a los seres humanos y la vida. Mi hijo era izquierdista y pacifista, y apoyaba a los palestinos, pero los palestinos deben ser educados para respetar la vida humana”, afirma.

Un “delirio” colectivo que dura dos años

El historiador, activista por los derechos humanos y político argentino-israelí Meir Margalit explica a elDiario.es en una entrevista en Jerusalén que los deseos de venganza todavía siguen vivos y que la sociedad aún no ha podido comenzar el duelo y solo lo hará cuando vuelvan todos los secuestrados.

Según Margalit, la sociedad israelí vive en un “delirio” colectivo desde hace dos años y, precisamente, su nuevo libro que se publicará la próxima semana en España se titula El delirio de la sociedad israelí (Catarata, 2025). “Hay una minoría mesiánica, fanática, fundamentalista, fascista que está marcando el rumbo y también el futuro de este país. Netanyahu se deja arrastrar por esta minoría y arrastra detrás de sí a la gran mayoría de este país”, afirma. Y eso es posible porque la población vive en “un estado de miedo y paranoia agudo, crónico” en el que sólo ve posible una “postura militarista”.

El 7 de octubre hizo explotar el miedo y entramos en un círculo vicioso de miedo, terror y venganza

“El miedo nosotros lo tenemos en el ADN. El miedo tiene que ver con centenares de años de pogromos, de inquisiciones y de holocausto, lo venimos mamando de nuestras madres. El 7 de octubre lo hizo explotar y entramos en un círculo vicioso de miedo, terror y venganza”, afirma el historiador e investigador.

Considera que los israelíes no pueden solidarizarse con los gazatíes porque, en primer lugar, los medios de comunicación no muestran lo que ocurre en Gaza. “Aquí no se ve lo que ven ustedes en Europa, pero, aunque la gente lo viera, dudo mucho que cambiara de idea. Las ideas ya están prefijadas, entonces la gente buscaría una justificación, diría que los medios no reflejan la realidad, acusarían al periodista de antisemita”.