La dimisión —y posterior reactivación— de Sébastien Lecornu como primer ministro ha devuelto al presidente Emmanuel Macron a un punto muerto: sin mayoría parlamentaria, sin aliados sólidos y con un país exhausto por la parálisis institucional .

La secuencia, tan rápida como reveladora, ha mostrado los límites de un modelo de poder que, desde 2017, ha intentado gobernar un país cada vez más polarizado a golpe de pragmatismo. Hoy, Macron se encuentra ante un dilema que puede definir el resto de su mandato: seguir intentando sobrevivir en una Asamblea fracturada o adelantar las elecciones legislativas .

Un Gobierno que nació muerto

El origen de esta nueva crisis se remonta a las elecciones legislativas de junio de 2024 , que dejaron una Asamblea Nacional inéditamente fragmentada. Ni la coalición macronista Renaissance , ni sus socios centristas y liberales, ni tampoco la derecha moderada de Los Republicanos , han logrado construir una mayoría estable.

En este contexto, Lecornu , designado primer ministro el pasado septiembre, apenas duró 27 días en el cargo . Su plan de Gobierno, que combinaba un presupuesto de ajuste con guiños a la derecha económica, fue rechazado por todos los bloques parlamentarios .

La izquierda radical de La Francia Insumisa , liderada por Jean-Luc Mélenchon , y la extrema derecha del Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen y Jordan Bardella anunciaron de inmediato que no votarían ninguna moción de confianza . Los socialistas, que llegaron a explorar un pacto temporal, se retiraron del diálogo en las primeras 24 horas. Incluso Los Republicanos , hasta ahora aliados de conveniencia, se rebelaron acusando a Lecornu de «reciclar el mismo gabinete macronista» y de ignorar la promesa de renovación .

El golpe definitivo llegó cuando el ministro de Interior, Bruno Retailleau , denunció el nombramiento de Bruno Le Maire como titular de Defensa, símbolo —a su juicio— de la continuidad de unas políticas que «han arrastrado al país a la deuda y al descrédito» .

Un presidente sin margen de maniobra

La renuncia de Lecornu, aunque temporalmente suspendida por Macron, deja a Francia sumida en un vacío político. En 48 horas deberá intentar recomponer un gabinete , pero su margen de negociación es prácticamente nulo.

El presidente enfrenta un dilema que resume su crisis de poder: nombrar un nuevo primer ministro fiel, ceder a la izquierda o convocar elecciones legislativas anticipadas . Cualquiera de las tres opciones implica un alto riesgo político.

Adelantar los comicios supondría un salto al vacío electoral . Según los sondeos, el Reagrupamiento Nacional parte como favorito para lograr una mayoría relativa, mientras que la coalición macronista se desplomaría a su nivel más bajo desde 2017. La paradoja es que Marine Le Pen , actualmente inhabilitada, no podría presentarse, aunque Jordan Bardella capitalizaría ese impulso político.

La hipótesis del suicidio político

En el Elíseo , reconocen que una disolución de la Asamblea sería una «opción extrema» , pero también la única vía para romper la parálisis institucional . Las encuestas muestran un país polarizado, con una confianza mínima en las instituciones y un Parlamento incapaz de aprobar presupuestos, leyes o reformas sin recurrir al artículo 49.3 , que permite gobernar por decreto.

Los tres últimos primeros ministros — Bayrou, Barnier y Lecornu — han caído en el intento de reequilibrar ese tablero. En palabras de un alto funcionario del Ministerio del Interior, «Francia vive un bloqueo político de manual. Ningún bloque quiere gobernar, pero todos quieren evitar que gobierne el otro» .

Aun así, convocar elecciones anticipadas podría ser un suicidio político para Macron. De hacerlo, perdería el control sobre la agenda parlamentaria y se arriesgaría a que un Parlamento dominado por la extrema derecha o la izquierda radical bloquease sistemáticamente su acción. Por otro lado, no hacerlo prolongaría una situación de inmovilismo insostenible en la que el presidente gobierna sin capacidad legislativa efectiva.

La alternativa imposible: un gobierno de unidad

Algunos analistas proponen una tercera vía , tan improbable como necesaria: la formación de un gobierno de unidad nacional , integrado por figuras de distintos partidos y presidido por un perfil técnico o independiente. Sin embargo, la polarización política francesa hace que ese escenario parezca irreal .

Nombrar un primer ministro de izquierdas, por ejemplo, podría salvar la parálisis legislativa, pero desataría una rebelión interna entre los votantes macronistas , que ya perciben una deriva ideológica difusa. Mantener a Lecornu o recurrir a un tecnócrata neutral solo ganaría tiempo , sin resolver la raíz del problema: la fractura estructural del sistema político francés .

Un país al borde del bloqueo institucional

Mientras tanto, la presión social aumenta. Las huelgas, los bloqueos y las protestas callejeras se han multiplicado en París, Marsella y Lyon. Los sindicatos reclaman un nuevo contrato social, mientras los partidos se preparan para un eventual adelanto electoral.

En los pasillos del Elíseo se habla ya de «una cuenta atrás para la V República» . Si Lecornu no logra reconstruir su gabinete, Macron podría optar por disolver la Asamblea Nacional en cuestión de días, un gesto que marcaría un antes y un después en su presidencia.

Francia , que ha cambiado de primer ministro tres veces en menos de un año, se enfrenta al riesgo real de un vacío de poder institucional .

En palabras de un veterano diputado centrista:

«Macron tiene dos opciones: resistir hasta el final o convocar elecciones y perder. Cualquiera de las dos marcará el principio del fin de su proyecto político».