La idea de que los microplásticos son un contaminante externo ha quedado completamente obsoleta. La ciencia ha confirmado que estos diminutos fragmentos ya no están solo en los océanos o en el aire que respiramos, sino que han colonizado nuestro organismo. Se trata de una infiltración en todo el organismo , con partículas detectadas en lugares tan vitales y hasta ahora considerados santuarios biológicos como el cerebro, el torrente sanguíneo e incluso la médula ósea.

De hecho, este hallazgo convierte un problema medioambiental en un desafío sanitario de primer orden. Los científicos llevan tiempo estudiando las consecuencias a largo plazo de esta presencia constante, vinculándola ya a un mayor riesgo de sufrir problemas de salud mental, como la demencia o la depresión, y a alteracione

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