
La cría de pulpos en cautividad es una práctica que, aun no siendo una realidad, ha suscitado un enorme rechazo, tanto en el ámbito científico como ciudadano y social. La entidad INTERCIDS, compuesta por profesionales del derecho y la justicia, ha propuesto modificar la Ley 23/1984 de Cultivos Marinos para evitar así un modelo de explotación incompatible con el bienestar animal y con la salud de los ecosistemas.
Su propuesta legislativa , la primera en este ámbito en España, fue registrada el pasado mes de junio como proposición de Ley en el Congreso de los Diputados, y actualmente se encuentra pendiente de su toma de consideración.
Acuicultura con pulpos: insostenibilidad, ineficiencia y maltrato animal
Los pulpos son criaturas fascinantes: poseen un sistema nervioso complejo, memoria, curiosidad, capacidad para usar herramientas y resolver problemas. Se ha demostrado que pueden sentir dolor, miedo y angustia, y que recuerdan las experiencias negativas. En su hábitat natural, exploran, juegan, visitan y se esconden en diferentes madrigueras, y llegan a liderar grupos de caza con otras especies. Pretender criarlos en un tanque, privados de estímulos, es una aberración que condena a los animales a sufrimiento y estrés crónicos.
“Encerrar a un pulpo en una macro granja es negarle su naturaleza”, denuncian desde la entidad. La mayoría de los pulpos son solitarios, y se ha documentado que en situaciones de confinamiento y hacinamiento se automutilan, se comen sus propios brazos o se agreden entre ellos. Por otro lado, la evidencia científica muestra que la falta de estimulación ambiental puede tener un impacto perjudicial en los atributos y capacidades cognitivas del pulpo. Además, tampoco existe un método que permita aturdirlos antes de matarlos, lo cual aumenta el dolor y la angustia.
La acuicultura con una especie carnívora como es el pulpo presenta en sí misma un problema de insostenibilidad y de ineficiencia en el uso de recursos naturales, no sólo por sus elevados consumos de energía y agua. “Su actividad se centra en mantener en cautividad y explotar animales salvajes que para alimentarse necesitan proteína de otras especies de animales acuáticos, lo cual conlleva una mayor presión pesquera sobre las poblaciones de peces y crustáceos”, indican los expertos. “Criar depredadores para consumo humano es una contradicción ambiental en sí misma”, añaden.
Un desastre ambiental evitable
Algunos de los impactos medioambientales nefastos asociados a la cría intensiva de pulpos son los siguientes:
- Los vertidos de residuos y de agua recirculada al mar, que alteran el medio acuático e impactan en las especies que viven en el mismo.
- El uso de productos químicos y tóxicos que pueden contaminar el entorno e incluso amenazar la salud pública, así como los riesgos que para esta supone el uso de antibióticos en explotaciones de animales.
- Las emisiones de CO2 que contribuyen al efecto invernadero.
- La contaminación lumínica que afecta a diversas especies de animales.
- Los problemas derivados de los malos olores producidos por estas granjas.
- El riesgo de que pulpos criados en cautividad, con mermadas y disminuidas capacidades, sean liberados accidentalmente al mar, afectando negativamente a otros pulpos y al equilibrio ecológico.
El principio de precaución
“Desde el punto de vista jurídico, se plantea ahora una disyuntiva para el legislador: ¿permitimos que esta actividad siga adelante con todos los riesgos ya anticipados? ¿O aplicamos el principio de precaución?”, señala la abogada María González Lacabex.
El principio de precaución al que hace referencia González Lacabex es un concepto fundamental en el derecho ambiental y la gestión de riesgos. Si no se protege ahora a los ecosistemas, a los animales y la biodiversidad, puede que más adelante ya no quede nada que proteger. En un contexto de emergencia climática, más que nunca, los poderes públicos tienen el deber de preservar el medio ambiente y a los animales; y deben hacerlo aplicando dicho principio de precaución.
En el caso de las granjas de pulpos, estamos ante una actividad que, incluso antes de su puesta en marcha, ya se sabe que conllevará consecuencias graves y muy dañinas para los animales y para el ecosistema marino. “Considerando que, en la actualidad, es una actividad inexistente, y teniendo en cuenta sus impactos negativos, el momento de prohibirla es ahora”, añade la abogada.
Esta propuesta va en consonancia con el reconocimiento en el Código Civil español de los animales como “seres sintientes”, un cambio legal que obliga a adaptar el resto del ordenamiento jurídico a esa nueva visión ética. En coherencia con este avance, INTERCIDS propone incorporar un nuevo artículo 2 bis en la Ley de Cultivos Marinos, que prohibiría expresamente la cría, comercialización y transporte de pulpos procedentes de acuicultura.
Esta reforma no solo protegería a los pulpos como individuos, sino que reforzaría el compromiso del país con la biodiversidad marina y la sostenibilidad ecológica. “España tiene la oportunidad de situarse a la vanguardia europea en políticas de bienestar animal”, señalan desde la entidad.
“No necesitamos nuevas formas de explotación, sino nuevas formas de respeto”, concluye INTERCIDS. “Prohibir las granjas de pulpos es un paso necesario hacia una relación más justa con todos los pulpos, con todos los animales y con el planeta”.