La difícil y compleja determinación de qué es verdad y qué es fantasía nos obliga a un ejercicio diario y permanente que, en algunos casos, apela al escepticismo místico y, en otros, a la entrega naif y voluntaria a la credibilidad de la pantalla. Fotos, audios, videos, deepfake, desinformación y manipulación de la opinión. Nunca antes habían ido tan lejos y tan rápido la mentira y el engaño.

La inserción de la IA y la digitalidad ya no tienen posibilidad de retroceso en la vida de las sociedades. La imperiosa necesidad de regular y gestionar desde el control tiene una complejidad adicional: la explosiva aparición de nuevas tecnologías y plataformas, y el acompañamiento en este sentido de la industria del cibercrimen, las estafas virtuales y el ciberespionaje comercial hacen uso intensivo

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