
La convocatoria de este miércoles en distintas ciudades por la situación en Gaza, en el contexto de la huelga del 15‑O, derivó en episodios violentos en Barcelona y Valencia . En Barcelona, en las inmediaciones de la estación de Sants y a la altura de la calle Tarragona , grupos de manifestantes prendieron fuego a varios contenedores y causaron daños en escaparates y mobiliario urbano. En Valencia, protestas ante el Roig Arena por la presencia del equipo israelí degeneraron en cargas policiales y dos detenciones.
Los hechos (confirmados)
Según fuentes del achet Mossos d'Esquadra y de la Policía Nacional, varios contenedores fueron incendiados en la calle Tarragona; se registraron daños en establecimientos de restauración (Burger King, McDonald's y una cafetería) y lanzamiento de objetos contra las fuerzas de orden público. Los Mossos reconocieron el uso de «medios disuasorios» y, según testigos, hubo empleo de gas pimienta.
Daños y detenciones
Los bomberos intervinieron para apagar las hogueras en la vía pública; varios comercios sufrieron roturas en lunas y mobiliario. Las autoridades han informado de identificaciones y al menos una persona retenida en Barcelona; en Valencia la Policía Nacional efectuó dos detenciones relacionadas con los incidentes junto al pabellón.
Actuación policial y uso de la fuerza
Las imágenes que circulan en redes muestran dos escenas paralelas: la de la cabecera de la protesta, que continuó su recorrido hasta plaza España o el Consulado de Israel, y la de los núcleos más radicales que se atrincheraron tras contenedores en llamas. La respuesta de la policía catalana incluyó intervenciones para desalojar barricadas y dispersar a quienes arrojaban objetos o intentaban acceder a los vehículos del equipo.
Organizaciones civiles han denunciado cargas y la detención brusca de miembros de la protesta; la CUP ha hablado de un diputado «reducido y arrastrado». Las fuerzas policiales sostienen que las actuaciones se produjeron para proteger bienes, personas y el orden público, y que las medidas se tomaron tras observar conductas delictivas.
El contexto: deporte, política y control del espacio público
Los altercados tuvieron un telón de fondo concreto: el intento de boicot a la salida del equipo israelí Hapoel Jerusalén , que esta noche jugaba en la Euroliga en Manresa o en Valencia según cada sede; clubes y autoridades habían decidido medidas extraordinarias de seguridad, incluidos partidos a puerta cerrada en el Roig Arena por riesgo de incidentes.
Esto plantea una pregunta central: ¿cómo conciliar el derecho a la protesta con la protección de un espacio público ya tensionado por la presencia de equipos, aficionados y vecinos? La respuesta exige más que consignas; exige planificación, inteligencia preventiva y responsabilidad política.
Comparativa con otras jornadas
Las movilizaciones de este 15‑O muestran un patrón que se ha repetido en otras capitales: coexistencia de manifestantes pacíficos y de núcleos dispuestos a la confrontación. En Madrid y Barcelona las cifras de participación varían y las autoridades han registrado incidentes puntuales; la proporcionalidad en la respuesta policial vuelve a situarse en el centro del debate.
Voces en el terreno
“Había dos manifestaciones superpuestas: la de la cabecera y la de los que venían a montar lío”, relató un periodista presente en Sants. Vecinos y comerciantes, por su parte, lamentaron los destrozos y reclamaron una actuación más disuasoria por parte de la administración local.
Consecuencias políticas y judiciales
Los responsables de seguridad municipales y autonómicos deberán rendir cuentas ante las preguntas previsibles: ¿se previó el riesgo de boicot al equipo? ¿existió coordinación suficiente entre cuerpos? ¿Se emplearon medios adecuados para reducir el daño sin criminalizar la protesta? Estas interrogantes pueden derivar en expedientes internos y en diligencias si prosperan denuncias por uso desproporcionado de la fuerza o por daños.
La polarización que quema la ciudad
La jornada deja calles quemadas, escaparates rotos y una vez más el interrogante sobre la gestión del conflicto en la ciudad: las tensiones internacionales se traducen en tensiones urbanas y la respuesta del Estado —policial y política— será decisiva para evitar que la protesta legítima se convierta en violencia que alimenta más polarización.