EEUU ha intensificado su presencia militar cercando Venezuela. Cuenta con la aliada perfecta, la ultraderechista María Corina Machado, bendecida con el Nobel de la Paz, que no se priva de ofrecer el petróleo que no es suyo a Donald Trump y anunciar una purga violenta de chavistas

Todo esto ocurrió antes, mucho antes incluso, y no parecía lógico que se reprodujera en tiempos en los que la educación y el progreso han alcanzado cotas inimaginables en otras épocas. La tiranía, el ejercicio de un poder autocrático, está en el principio del mínimo indicio de vida social. El término surge en la Antigua Grecia, pero saben que ya se usó en otras civilizaciones anteriores. No debió ser casual que llamaran en su día Tiranosaurio Rex a aquel lagarto cruel que vivió hace no menos de 66 millones de años, uno de los depredadores más feroces de la historia. Fue en el Maastrichtiense, en el Cretácico; casualmente en lo que es hoy América del Norte.

Tantísimo tiempo después, encontramos que preside Estados Unidos, un magnate sin escrúpulos que parece heredero directo de esa manera de usar el poder en su provecho, para su gloria y satisfacción. Ha formado un gobierno de sátrapas y expande su hegemonía sobre otros territorios que se pliegan a sus deseos como ha ocurrido con los grandes tiranos de la historia. Europa muestra varios ejemplos. El jefe de la OTAN, sin ir más lejos, es de los más peligrosos en la idea de secundar el espíritu del mandamás, autoproclamado emperador y gendarme del mundo.

Me preguntaba si explicado así entendería lo que está ocurriendo esa inmensa pléyade de seres que aplauden que se premie con el Nobel de la Paz a la violencia estricta o con un galardón literario -dotado con un millón de euros- a alguien que escribe como preso de un sarpullido hormonal adolescente un texto apresurado y simple para el consumo de adoradores de mitos de barro. Porque ellos son claves para que esto siga ocurriendo e incluso vaya a más.

Donald Trump sigue ejecutando lo que hasta congresistas y juristas estadounidenses califican de ejecuciones ilegales en aguas del Caribe para, oficialmente detener el narcotráfico que, sin pruebas, dice emanar de Venezuela, y con más propiedad intentar tumbar a su gobierno y hacerse con su petróleo, mina de oro líquido y, por tanto, de peligro social para el país. Ha intensificado la presencia militar cercando Venezuela. También lo intentará con las anunciadas operaciones in situ de la CIA reeditando las antiguas costumbres de gobiernos estadounidenses. Cuenta con la aliada perfecta, la dirigente opositora de ultraderecha María Corina Machado, bendecida con el Nobel de la Paz mientras no se priva de ofrecer el petróleo que no es suyo a Donald Trump y anunciar una purga violenta de chavistas... “cuando llegue al poder en la parte trasera de un tanque estadounidense”, como lo ha definido un brillante y estupefacto periodista norteamericano.

Vibra de emoción encendida una amiga y correligionaria de Corina Machado, lengua viperina del PP español: Cayetana Álvarez de Toledo. Su encendida defensa de la Nobel de la Guerra venezolana fue coronada con aplausos en el Congreso de los diputados, mientras el PP y su corte mediática siguieron denostando al presidente Sánchez por no felicitarla. Por cierto ¿lo ha hecho por fin el rey? Ah, que eso no se toca.

Entretanto el jefe del Comando Sur del Ejército de EEUU, almirante Alvin Holsey, dimite sin apenas cumplir un año en el cargo, disconforme con los ataques que le ordena el Pentágono contra barcos en el Mar Caribe. Van ya 27 asesinatos. En el último ataque, la noche pasada, han matado a dos pescadores de Trinidad y Tobago para desesperación de sus familias.

Sería, al menos, el octavo alto cargo militar que le dimite a Trump, después de que él echara, al poco de llegar, a prácticamente toda la cúpula anterior. El último hasta el momento había sido el general Thomas A. Bussiere del Estado Mayor del Aire. Lo hizo inmediatamente después de asistir a la reunión a la que convocó el jefe del Pentágono, el inefable Pete Hegsetg, a militares de alta graduación para leerles la cartilla. Fuera homosexuales y barbudos del Ejército de los U.S.A, decretó, y un regreso “al estándar masculino”. Orden también de “prepararse para la guerra” porque “los enemigos se están agrupando”. Hegseth, al cargo del Ministerio de la Guerra, como ha vuelto a llamarse, exhortó a los oficiales a dimitir si no podían asumir sus nuevas directrices y así lo ha hecho alguno.

Este jueves, decenas de periodistas abandonaron también el Pentágono con todos sus equipos. Se niegan a aceptar la censura previa que impone Pete Hegseth: quiere prohibir la emisión de toda información que no haya sido aprobada por él. Se han ido desde el New York Times a la propia Fox News tan adicta a Trump

Mientras Corina Machado toma nota, Donald Trump sigue usando el Departamento de Justicia para imputar a rivales diversos que él señala. Es el caso de John Bolton, su exasesor de seguridad nacional con quien discutió. O las del ex director del FBI James Comey y la fiscal general de Nueva York, Letitia James.

Sí, todo esto pasó antes. Tiene Donald Trump algo de Calígula y algo de Nerón, dos grandes tiranos de la historia y un mucho de patán de cualquier tiempo y lugar. Como Calígula ha llenado su gobierno de Incitatus varios, prestos al trote, sátrapas que implementan sus deseos. De enorme popularidad Nerón, no parece cierto que mandara incendiar Roma, que incluso pudo ser un hecho casual, pero en cambio sí que culpó a los cristianos e hizo ejecutar a un buen número de ellos como chivo expiatorio que reclamaba el pueblo. Cada época tiene sus dioses y demonios a quien exprimir. Murió asesinado, cuando se disponía a suicidarse, a los 30 años. Calígula también, a los 28. El imperio romano tardó varios siglos en desmoronarse tras ellos a pesar de todo. Es el peligro cuando la degradación se enquista.

Dos impeachments superó Trump en su primer mandato librado por su partido, el Republicano. Ha vuelto a amenazar a Hamás con ir a Gaza y matarlos, que, para él y su cómplice Netanyahu, es tanto como decir los palestinos de todas las edades. 2.596 niños han perdido a ambos padres durante el genocidio. Otros 53.724 al padre (47.804) o a la madre (5.920). Muchos de ellos están heridos, incluso han sufrido amputaciones, Los trabajadores humanitarios “han acuñado las siglas más desgarradoras del mundo: WCNSF (niño herido sin familiares supervivientes)”. “Morimos mucho. Nuestra muerte es tan cotidiana que los periodistas informan de ella como si dieran el parte del tiempo”. escribe Mohamed El-Kurd, autor palestino, en su libro “Víctimas perfectas”. ´

Hay tantas, en tantos lugares. No sé cómo este mundo puede seguir viviendo con millones de personas narcotizadas por la frivolidad, con el ruido atronador del silencio culpable. Los ladridos locales son ya, en este contexto, textualmente insoportables.