Los ciberdelincuentes ya no solo hackean sistemas: ahora también dominan el idioma. Aprenden español, lo moldean y lo convierten en un arma. Saben que un mensaje en la lengua materna, con giros familiares y tono cercano, penetra más hondo, genera confianza y abre puertas. Por eso, exprimen cada palabra diseñando amenazas cada vez más personalizadas, sutiles y eficaces. Y con la inteligencia artificial como aliada, sus ataques ya no suenan a estafa.

Porque cuando un mensaje (aunque sea un ataque) se procesa con facilidad, el cerebro tiende a juzgarlo como si fuera más creíble, y los usuarios tienden a bajar la guardia cuando reciben avisos o notificaciones en los que el ciberdelincuente se dirige a ellos personalmente; de usted, de tú e incluso aprovechando los giros regionales (como vos)

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