Vas al dormitorio con un mandato específico. Llegás. ¿Para qué habías ido? Mirás a tu alrededor, como tratando de que algo te dé una señal, que te ayude a recordar la misión. Pero no, no funciona. Salís del dormitorio y arrancás en busca de alguna pista. Por fin las neuronas conectan y te acordás: ah, era para agarrar ese libro de la mesa de luz que tenés que devolverle a la amiga con la que te vas a encontrar a tomar un café. Encarás, ahora sí, decidida a encontrar el libro. Das unos pasos y te acordás de que tenés que colgar la ropa en la terraza antes de salir. Desviás el camino. Colgás la ropa. Ahora sí, de nuevo estás en el dormitorio, ¿Para qué habías ido? Ah, sí, el libro de tu amiga. Te vestís rápido porque llegás tarde. Vas al bar a encontrarte con tu amiga. Abrís la cartera y, ¡s

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