La inteligencia artificial ya demuestra una precisión superior al 90% en la detección de síntomas de trastornos como la depresión o la esquizofrenia, analizando patrones en el lenguaje o los rasgos faciales que a menudo son imperceptibles para el ojo humano. Sin embargo, su despliegue como herramienta de apoyo clínico depende de garantizar la privacidad de los pacientes cuyos datos son indispensables para su entrenamiento.

La inteligencia artificial (IA) puede transformar el diagnóstico y tratamiento de los trastornos mentales, un campo que actualmente se enfrenta a la escasez mundial de terapeutas y métodos que consumen muchos recursos, según un estudio publicado en la revista Nature Computational Science que revela tanto los riesgos como las soluciones para construir una IA de salud

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