La reciente escalada diplomática entre Colombia y Estados Unidos, desencadenada por la suspensión de cooperación económica y el anuncio de posibles aranceles, no es un mero incidente internacional; es la peligrosa materialización de una provocación irresponsable que sale directamente del Palacio de Nariño.
Resulta indignante que una persona en el poder, con las inmensas atribuciones de líder de una nación, se sienta con el derecho de afectar la economía y la estabilidad de millones de compatriotas simplemente por satisfacer una agenda personalista. El rol que ostenta no le da carta blanca para hacer lo que le venga en gana, menos aun cuando las consecuencias se miden en el pan diario de la gente.
Este conflicto, lejos de ser un infortunio, es un coletazo buscado por el presidente Petro.