La mayoría eran mulatas o negras, a veces indias, casi siempre mujeres racializadas, muchas de ellas esclavas, si acaso eran blancas , se trataba de criollas, viudas o tal vez gitanas.

Entre los siglos XVI, XVII y XVIII, la Santa Inquisición investigó y persiguió a docenas de mujeres bajo sospecha de brujería: las acusaban de hablar con el diablo, convertirse en animales, perros o aves, además de usar su menstruación con chocolate para ofrecérsela a los varones.

Eran de Michoacán o Jalisco, Yucatán, Puebla y Querétaro, algunas de Chiapas o en las antípodas, en Coahuila; otras brujas eran de Veracruz, de Guatemala y de Manila, pues eran parte de la Nueva España, y desde la Ciudad de México se gobernaba a las Filipinas.

Sin embargo, quizá el caso más emblemático de persecución de brujas

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